El módulo de aterrizaje de la sonda Rosetta marca un hito. Ahora se dedicará a estudiar la composición del cuerpo celeste como nunca antes había sucedido.
A las 12.03 hora argentina, exactamente a la hora prevista, la sonda Philae ha marcado un hito sin precedentes en la historia de la exploración del espacio: ha aterrizado en la superficie del cometa 67P/Churyamov-Gerasimenko, viajando por el Sistema Solar a 510 millones de kilómetros.
«Philae nos ha hablado, ha aterrizado… estamos en la superficie del cometa», ha dicho desde el centro de control de la sonda en Colonia, Alemania, un emocionado Stephan Ulamec, jefe del equipo de la sonda de descenso, a los pocos minutos de recibir la primera señal. Es solo una señal, pero el hecho de que haya sido capaz de transmitirla, de decir «aquí estoy» es importante porque significa que ha llegado al suelo en buenas condiciones.
El director general de la ESA Jean Jacques Dordain, no menos emocionado, no ha ahorrado pasión. «Es un gran paso para la civilización». Con sentido del humor ha añadido, en los primeros minutos tras el aterrizaje que «el problema del éxito es que parece fácil», pero no lo es. «Hace falta mucho conocimiento, mucha dedicación, para lograrlo», destacando la labor de más de dos décadas, «de los expertos europeos y en colaboración con nuestros socios».
La sonda se desprendió siete horas antes de la nave Rosetta, que esta dando vueltas al cometa, e inicio la caída hasta el suelo, hasta un lugar bautizado Agilkia. Nunca hasta ahora se había intentado el descenso del robot de un cometa, hasta que esta misión de la Agencia Europea del Espacio (ESA) se lo propuso hace más de 20 años. La señal del aterrizaje llegó al centro de control de la ESA en Alemania y a los dos centros de la nave (en Toulouse, Francia) y de la sonda de descenso (en Colonia, Alemania). En el centro científico de la agencia, ESAC, junto a Madrid, más de 200 personas que abarrotaban la sala principal estallaron en un largo y eufórico aplauso, igual que en los centros de control. Era una operación de alto riesgo que ha acabado con éxito. Poco después, el equipo confirmaba que los arpones que lleva la nave para sujetarse a la superficie del cometa no han funcionado, y esta solo sujeta con tornillos. El equipo va a intentar dispararlos de nuevo.
Durante cinco de las siete horas de descenso, se han recibido en la Tierra datos y fotografías del Philae. La gran expectación era, tras el aterrizaje, la imagen panorámica que el módulo debe tomar nada más llegar al suelo. El cometa viaja por el Sistema Solar en estos momentos a 55.000 kilómetros por hora. La Rosetta, con el Philae enganchado, partió de la Tierra hace 10 años y ha cumplido un viaje de 6.400 millones de kilómetros hasta llegar al 67P/Churyamov-Gerasimenko.
“Es una misión muy ambiciosa: la primera que ha ido al encuentro de un cometa, la primera en acompañarlo hacia el Sol y ahora la primera en aterrizar en él”, declaró Martin Kessler, jefe de operaciones científicas de la ESA, en ESAC, en Villanueva de la Cañada, junto a Madrid.
Desde las 16.30, la señal de aterrizaje podía recibirse en cualquier momento y todos los centros de la ESA estaban pendientes de las pantallas. En realidad, el contacto con el suelo del cometa se produjo casi media hora antes, pero las radioseñales tardan 28 minutos en recorrer los 510 millones de kilómetros hasta la Tierra.
Philae, además de la minuciosa preparación de la difícil operación por parte de los ingenieros y científicos de la misión, ha tenido suerte. “En Agilkia hay rocas y desniveles, y eso que era el punto más fácil de los posibles para el aterrizaje. Necesitamos suerte para no caer en una pendiente o en una roca grande”, había explicado pocos minutos Miguel Pérez Ayúcar, ingeniero de operaciones de Rosetta en ESAC. La cosa se había complicado desde primeras horas de la madrugada, cuando los encargados de control del Philae constataron que no se encendían los pequeños propulsores de la nave que tenían que ayudar en el momento de contacto con el suelo. El resto de la maniobra fue saliendo como estaba previsto. El modulo se separó, rotó, desplegó las patas durante el descenso… a las dos horas se restableció el contacto con Rosetta y de esta con la Tierra. Empezaron a llegar las primeras fotos y datos. Especialmente aplaudida fue la de Rosetta fotografiada desde el Philae nada más separase, y la de Rosetta al Philae, ya con las patas desplegadas, a una cierta distancia.
Pero la misión Rosetta no se limita a esta exitosa operación de aterrizaje. La nave continua alrededor del cometa, estudiándolo, y lo hará durante meses. “Tenemos más de un año por delante de ciencia acompañando al 67P/Churyamov-Gerasimenko para ”, explicó el astrofísico español Álvaro Giménez, director científico de la ESA. Y ahora, además, el Philae debe empezar a tomar datos científicos también desde el suelo.
Un cometa descubierto en 1969
– El cometa 67P/Churyumor-Gerasimenco fue descubierto en 1969 por Klim Churyumov tras una fotografía tomada por Svetlana Gerasimenco. Y era el cometa periódico número 67 que se encontraba, de ahí su nombre.
– Se acerca al Sol cada seis años y medio, hasta una distancia de 185 millones de kilómetros de la estrella (la Tierra está a 150 millones de kilómetros). Su órbita habría variado en 1959, y seguramente también en 1840, acercándose al Sol debido a la influencia gravitatoria de Júpiter, el mayor planeta del Sistema Solar, por lo que solo recientemente se aproximaría algo más a la estrella. Eso que lo convierte en un buen objetivo de la misión Rosetta, ya que no habría cambiado mucho por los múltiples acercamientos al Sol en su historia, como otros cometas.
– Su masa es de unos 10.000 millones de toneladas y su densidad, 400 kilos por metro cúbico. Su diámetro máximo es de cuatro kilómetros.
– La nave Rosetta ha descubierto que tiene una forma irregular, con dos lóbulos, como un patito de goma, dicen los científicos, con cabeza y cuerpo. El Philae aterriza en la cabeza.