Holdonor: aquella historia que marcó la relación Rusia-Ucrania

Stalin combatió la gran hambruna en la URSS en los años 30 condenando a morir de hambre a siete millones de ucranianos. Una historia de genocidio y muerte que marcó al país para siempre.

 

En la década de 1930, una fuerte hambruna azotó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y dentro de esta nación, una de las zonas más afectadas fue la de Ucrania, en donde miles de personas murieron de inanición debido a “colectivización forzosa” impuesta por el dirigente soviético Iósif Stalin.

Todo empezó en 1927 cuando estalló la crisis de las cosechas, durante la cual cayeron las entregas de los productos agrícolas a los organismos del Estado. En vista de esto, el gobierno decidió llevar a cabo una estrategia económica en la que, además, se buscaría modernizar la industria pesada.

Una de las propuestas consistía en que las exportaciones de trigo se convirtieran en el principal motor económico de dicho proyecto económico. Para ello, Stalin se enfocó en la región de Ucrania, pues era el principal productor de este grano en toda la URSS.

En 1930 comenzó la pesadilla para los ucranianos. Este año, los destacamentos de la Dirección Política del Estado (GPU) se encargaron de recolectar todo el trigo de los ucranianos, dejando a la población prácticamente sin nada. Ni siquiera le daban el tiempo suficiente al terreno para que se pudiera sembrar de nuevo.

Para 1932, el estado estableció la Ley de las Espigas, con la cual buscaban castigar a todos aquellos que se impusieran a la confiscación de trigo o que robaran los granos. El hambre era tal que los hurtos se incrementaron en niveles altísimos y, para frenar la situación, las autoridades decidieron incluso dictar penas de muerte a aquellos que saquearan el trigo. En total, se calcula que se ejecutaron a más de 5 mil personas.

Una sentencia de muerte

En vista de las protestas de los ucranianos, Stalin decidió cercar el terreno. Bloqueó las fronteras del país para evitar que nadie saliera ni entrara y, además, envió brigadas a confiscar la comida de los campesinos.

La idea era reprimir los síntomas de nacionalismo que pudieran surgir en Ucrania y controlar a los campesinos que se resistían a colectivizaciones forzosas, sobre todo los pequeños propietarios conocidos como kulaks.

En la primavera de 1932, los campesinos ya estaban muriendo de hambre en las calles de Ucrania. Al inicio se habían visto forzados a comer cortezas de los árboles o grama, luego la desesperación los llevó a comerse a los perros y gatos. En un punto, en algunas zonas recurrieron al canibalismo.

Los campesinos, desesperados, trataron que contactar con las autoridades al enviar cartas como la siguiente:

Honorable camarada Stalin, ¿hay alguna ley del Gobierno soviético que establezca que los aldeanos deban pasar hambre? ¿Porque nosotros, los trabajadores de las granjas colectivas, no hemos tenido una rebanada de pan en nuestra granja desde el 1 de enero? ¿Cómo vamos a construir la economía del pueblo socialista si estamos condenados a morir de hambre? ¿Para que caímos en el frente de batalla? ¿Para pasar hambre? ¿Para ver a nuestros hijos sufrir y morir de inanición?

Sin embargo, nadie parecía ayudar. Habían cuerpos en las calles y los campos de trigo hedían a descomposición. Los soldados del GP tuvieron que emplear trenes para retirar a los fallecidos y cavaron fosas comunes para evitar la propagación de enfermedades.

Silencio impuesto

La Internacional Comunista (Komintern) se encargó de elaborar una estrategia propagandística para ocultar lo que pasaba en Ucrania. Representantes de otros países que buscaban investigar lo que ocurría en los campos de trigo eran llevados a granjas abundantes, con lo cual lograban tapar la mirada internacional ante la situación.

Algunos periodistas italianos sí se esforzaron por denunciar la situación, pero en vista de que Italia estaba bajo el mando de Benito Mussolini, quien mantenía buenas relaciones con la URSS, no había mucho que pudieran hacer al respecto.

La propia esposa de Stalin, Nadezhda Alilúyeva, quien quería conocer de primera mano lo que ocurría en Ucrania, ingresó a la Academia Industrial para estudiar ingeniería y descubrió lo que se ocultaba en el Kremlin. Se dice que discutió mucho con Stalin acerca de sus políticas económicas relacionadas con Ucrania, pero este no hizo nada para remediarlo.

Se dice que su relación con Stalin y ver la realidad de su país la hizo caer en una profunda depresión que concluyó con su suicidio en noviembre de 1932. Stalin obligó a los médicos a informar que Alilúyeva había muerto de apendicitis para ocultar la realidad.

¿Fue un genocidio?

En el año 2006, el Parlamento de Ucrania reconoció como “genocidio” el llamado Holodomor, palabra que proviene del ucraniano Голодомор y que se traduce como “matar de hambre”. A pesar de que otros países también han estado de acuerdo, como Estados Unidos, Canadá, Polonia, Estonia, Letonia, Lituania y 13 países más, otras naciones han aplicado términos diferentes para definir lo que ocurrió en Ucrania en la década de 1930.

En España, Italia y Argentina el Holodomor es considerado como un “acto de exterminación”. En Rusia, por su parte, se considera que el Holodomor no fue un genocidio ni un holocausto porque los ucranianos no fallecieron por su nacionalidad ni raza, sino por las duras imposiciones económicas del gobierno soviético.

Sea el término que sea, no se puede negar que una cantidad abrumadora de personas falleció debido a la hambruna. Los datos estiman que alrededor 7 millones de personas murieron por inanición y más de 40 millones de personas en toda la URSS se vieron afectadas por el hambre.

Para los historiadores, el Holodomor fue el peor crimen cometido por Stalin y es una de las peores tragedias de la historia de la humanidad.

Actualmente, los ucranianos honran a las víctimas del Holodomor colocando velas y espigas de trigo en los monumentos a los caídos por el hambre, de forma que nadie olvide lo que ocurrió hace solo un siglo atrás.