Horacio Taccone y una reflexión sobre política y principios

Tras la bochornosa sesión en el HCD el concejal de Acción Marplatense deja una reflexión que penetra en lo más profundo de la grieta que existe entre la sociedad y la política.

 

Horacio Taccone saltó al conocimiento público desde su condición de hacedor. Como dirigente deportivo condujo uno de los proyectos más exitosos e impactantes que recuerde Mar del Plata: el Club Once Unidos.

Saltó a la vida política e institucional como titular del EMDER, época que será recordada por la cantidad de acontecimientos deportivos que marcaron un tiempo distinto en la ciudad y que además encontró a los escenarios del Parque Municipal «Teodoro Bronzini» en un estado de mantenimiento que ni antes ni después fue igualado.

Una vez sentado en su banca de concejal Taccone comenzó a comprender que el camino de la política partidaria, así como se entiende desde siempre en Mar del Plata, está plagado de obstáculos y zancadillas que marcan un territorio de trampas y egoísmos en los que la maña supera a la inteligencia, la palabra es un instrumento que se utiliza sin respaldo alguno y el interés partidario y personal de los protagonistas se eleva por sobre el bien común para el que se supone fue creciendo en la historia de la humanidad esta creación del «zoon politikon» que tan bien definió Aristóteles.

Lo que se pensó como un camino de virtud -emparentado con la trayectoria de nuestro protagonista- aparece hoy como un almácigo de los peores vicios humanos.

Y una noche Taccone explotó, y no lo hizo bien. Convencido de haber sido sorprendido en su buena fe y traicionado en lo que creía un acuerdo de caballeros, dijo lo que no tenía que decir y permitió que el enojo se impusiera por encima de la razón.

Pasadas las horas dejó para su comunidad una reflexión que merece ser leída, pensada y valorada como la bronca de un tipo que creyó llegar a un escenario que le permitiese seguir haciendo y se encontró con algo muy distinto a lo que había soñado.

Tengo mucho que aprender
Horacio Taccone

«Hace 9 meses que soy concejal. Nunca había estado en un lugar así. Trabaje toda mi vida, siempre fui deportista, me recibí de abogado, presidí el EMDER y presido un club. Tengo dos hijas, dos hijos y una esposa a la que amo. Me involucre en política porque quiero aportar para mejorar la vida de los marplatenses. Pero tengo mucho que aprender. Y quiero aprender sin volverme insensible. Quiero aprender para ser mejor. Nunca me paso, como me ocurrió en la sesión del Concejo Deliberante del día de ayer, que me mientan en la cara durante 12 horas consecutivas, asegurándome que iban a votar nuestros proyectos. Se trataba de propuestas para que haya más médicos en las terapias intensivas colapsadas y para que, con protocolos de prevención, al aire libre, se puedan reactivar la gastronomía, la construcción y otras actividades para fortalecer el trabajo en esta ciudad que sufre.

Sentí rabia e impotencia cuando descubrí que nos tomaban por tontos, que no iban a votar los proyectos que durante toda la jornada habían dicho que votarían. Ellos, los que nos estaban engañando, eran los que tenían los votos necesarios para que salieran nuestras propuestas. Usaron su poder (circunstancial) primero para mentir y después para obstruir. Ante la sorpresa del desengaño reaccione con bronca, me dio mucha impotencia ver que no les importa nada salvo la miserable disputa del redito político que jamás buscan con ideas. Sólo con avivadas. Tengo mucho que aprender, pero no quiero aprender eso. Quiero aprender a soportarlos sin que nos desanimen. Quiero aprender a insistir frente a la indiferencia sin irritarme. Quiero aprender a vencer la frialdad de los especuladores sin enojarme. Tengo mucho que aprender porque quiero que la mediocridad no siga sacando partido del atraso. Ni que nos doblen el brazo a los que queremos hacer bien las cosas. También hay gente buena en el Concejo Deliberante. Pero hay muchos cínicos que tiran para abajo. Que todo el tiempo intentan su miserable tajada. A costas de lo que sea.

El 26,1% de desocupación, las terapias intensivas a las que le faltan médicos, las guardias con esperas interminables, la preocupación que se ve en el cara y en la realidad de todos los marplatenses necesitan respuesta urgentes, concretas, eficaces. Dicen que cuando a una persona con buenas intenciones desciende a la disputa con un mal intencionado, dos minutos después ya no se sabe cuál de los dos es el que quiere hacer las cosas bien. Ese fue mi error. Quisiera disculparme si herí la sensibilidad de algún vecino o de quien no lo merece. No fue mi intención. La lección aprendida en el día ayer es que no debo aceptar que se impongan los irresponsables, los mentirosos, los que viven mejor porque tienen un cargo, los que no trabajan para que vivan bien los que la están pasando mal».

Nota de Redacción: Muchas veces la rabia del manso se pierde en la especulación del perverso. Está en nosotros entender la diferencia.