El bloque del FPV pretende quitarle el nombre de «Julio A. Roca» a la calle que lo recuerda y cambiarlo por el de «Pueblos Originarios». Y lo hace a sabiendas de lo mentiroso de los argumentos.
El concejal kirchnerista Marcos Gutiérrez presentó semanas atrás un proyecto para desplazar de manera definitiva el nombre de “Julio A. Roca” de cualquier espacio público en el Partido de Gral. Pueyrredon y sustituyéndolo por el de “Pueblos Originarios”.
Este martes la iniciativa fue tratada y finalmente aprobada en la comisión de Educación del Concejo Deliberante tras un extenso debate. El propio Gutierrez había sostenido que la idea era discutir la iniciativa, aunque sabe que para ello cuenta con los votos suficientes para lograr la efectivización de la medida.
No creemos que en este caso valga la vieja muletilla que dice que no tiene sentido «perder tiempo en esto con todas las cosas urgentes que hay que resolver».
Aunque ello fuese cierto -todos los temas que dependen de la acción de gobierno deben ser tratados seriamente- preferimos centrar la cuestión en la propia figura de Roca, tan vituperada en estos años sin que aparezca en el horizonte quien quiera hacerse cargo, si hiciese falta, de su defensa.
Roca no encabezó una campaña privada o interesada en 1879.
Fue como Comandante en Jefe del Ejército Nacional a cumplir la misión que Avellaneda, presidente de la Nación Argentina le había asignado. Y esa campaña estuvo destinada a integrar, a incorporar de hecho a la geografía argentina, prácticamente la mitad de los territorios históricamente nuestros, y que estaban bajo el poder del malón araucano,enviado por el gobierno de Chile a apropiarse de los territorios hasta entonces en manos de los tehuelches, y para lo que utilizaron el robo de ganado, de mujeres y la provocación de incendios.
Los araucanos, hoy denominados mapuches, llegaron una Argentina ya independiente y soberana.
Por lo tanto, fueron invasores, el primer grupo lo constituyeron aproximadamente unos 100 indígenas capitaneados por Yanquetruz. Se afincaron en Neuquén y desde allí se fueron extendiendo hacia el sur y el norte.
El verdadero genocidio lo cometieron los araucanos cuando aniquilaron a los Guenaken, también llamados Tehuelches, que eran lo auténticos aborígenes de la Patagonia norte.
Quienes han planteado una masacre de soldados armados hasta los dientes contra pobres aborígenes indefensos, también mienten sabiendo que lo hacen.
Ambos bandos contaban con fusiles Remington. Los araucanos los traían de Chile donde se los vendían los ingleses comisionados por el gobierno de ese país que autorizaba la entrega a cambio del ganado argentino robado en los malones y que luego era marcado con la señal oficial del estado chileno.
Por eso la columna del Ejército Nacional comandada por el Gral. Villegas tenía como objetivo clausurar y controlar los pasos andinos por donde les llegaban a los araucanos los fusiles.
No hubo genocidio y mucho menos a pueblos originarios, ya que esta categoría pertenecía a los tehuelches que, como dijimos más arriba, fueron exterminados por los araucanos (hoy mapuches) que eran de origen chileno.
Por tanto si lo que se quiere es homenajear a esos primeros habitantes se comete un error al pretender hacerlo a costa de la figura de Roca. Irónicamente fue el único que concurrió en defensa de los tehuelches para evitar ese genocidio que no pudo detenerse.
Hubo abusos, cuestiones claramente discutibles y brutalidades propias de una guerra sin reglas ni normas como lo eran en el mundo entero las de la época. Y está bien que lo discutamos y lo asumamos para poder medir hasta donde hemos avanzado en ese tema.
Pero si lo que se intenta en este caso, como en tantos otros, es reescribir la historia…adelante con el proyecto.
Aunque todos sepamos que se basa en una mentira.