LA DEMOCRACIA EN RIESGO

Las elecciones en Venezuela y Chile, y algunos síntomas detectables en el reciente proceso argentino, ponen en evidencia el hastío de las sociedades antes sistemas que no le aportan soluciones ni futuro.

 

Venezuela da muestras constantes de un fuerte desgaste del régimen chavista. A las protestas sociales, las masivas migraciones y la necesidad de una creciente represión se suman las dificultades económicas, por momentos dramáticas, y las ya inocultables tensiones militares que pueden desencadenar situaciones violentas en cualquier momento.

Sin embargo esa situación no ha sido capitalizada por una oposición dubitativa, errática también surcada por aquellas decisiones que caracterizaron a la clase política venezolana y que terminaron por catapultar a Hugo Chávez al poder con el apoyo de una sociedad harta de la corrupción y los juegos del poder.

El resultado de todo esto fue que, ante la posibilidad de fijar en las elecciones regionales de este domingo su descontento, el 60% de los venezolanos optaron por no presentarse en los lugares de votación en vez de elegir por una opción opositora. Claro que no fue mayor el apoyo que recibió el gobierno de Nicolás Maduro…

Chile, con una sólida economía que logró hace años despegarse de la política, viene demostrando una parecida dosis de hartazgo de la población por las peleas constantes de la dirigencia y la lentitud en dar respuestas a las expectativas de la sociedad, no siempre destinataria de aquella bonanza económica.

Y en las elecciones del domingo, amén de una altísima abstención a la hora de votar, los que fueron a las urnas dejaron un mensaje lapidario para la partidocracia tradicional: quienes irán al ballotage representan fuerzas nuevas, sin experiencia ni tradición, mientras que quien quedó tercero -con un  muy buen nivel de votos- ni vive en Chile ni se tomó el trabajo de hacerse presente en el país durante la campaña.  

Las fuerzas históricas, por primera vez desde el retorno de la democracia, la verán desde afuera…

Podríamos realizar otras consideraciones -como que quien sacó la primera minoría reivindica la figura de Pinochet, en un país que continuó con la línea económica impuesta por el ex dictador- pero preferimos quedarnos con lo que nos parece realmente importante: la abstención y la búsqueda de figuras marginales de la política tradicional pueden estar marcando no solo el hartazgo social por la falta de respuestas de la clase dirigente sino el próximo advenimiento de nuevas formas de gobierno que estarán alejadas de la democracia tal cual la hemos concebido en el último siglo.

Lo que no sería necesariamente malo si no se observase que día a día las comunidades se vuelcan más hacia opciones autoritarias, chauvinistas y en muchos casos clasista, entendiendo por esto último cierta tendencia a denostar al pobre y pretender privarlo de sus derechos elementales como si fuese el culpable de las malas administraciones que terminan aprovechándose del esfuerzo del que trabaja para contener la desesperación del que ha quedado al costado del camino.

En las PASO de agosto el electorado nacional también hizo de la abstención una advertencia. Y el crecimiento de algunos outsider de la política y de las expresiones más recalcitrantes de la izquierda y la derecha también sirvieron como aviso del creciente porcentaje de argentinos que ya no confían en las fuerzas tradicionales.

Toda una tendencia regional que debe despertar en nosotros la preocupación por contestar con responsabilidad e inteligencia una pregunta que ya parece inevitable: ¿hacia donde marchan las sociedades insatisfechas cuando concluyen que la democracia no les da respuesta?.

Mirar hacia el costado puede ser políticamente correcto pero no deja de ser una estupidez…