La ingenuidad de Occidente y la fortaleza de los débiles

Por Adrián FreijoLa Cumbre de Singapur lejos de ser un aval para la paz mundial, se asemeja a la jugarreta de un pequeño tahur que sabe aprovecharse de la ingenuidad de un gigante.

Jean Francoise Revel, el filósofo francés que fue considerado el padre de la nueva derecha en el siglo XX, recorrió el mundo -incluido nuestro país- hablando de lo que llamó «La ingenuidad de Occidente». Sostuvo hasta su muerte que solo un bloque ideológico y de pensamiento tan poderoso podía creer en las amenazas de los dictadores comunistas si aquella ingenuidad no le permitía comprender la gigantesca puesta en escena de países que ya no tenían capacidad de respuesta a los nuevos desafíos de la época. Mucho habría tenido para decir en estos días…

La cumbre entre el presidente norteamericano Donald Trump y el dictador de Corea del Norte Kim Jong Un vuelve a poner en evidencia las debilidades de evaluación de la política exterior norteamericana y la forma errónea con la que tiñe todo el análisis internacional de los supuestamente expertos, periodistas y diplomáticos, que no atinan a acertar lo que ocurre detrás de la apariencia de los hechos.

La segunda mitad del siglo XX, con los fracasos estrepitosos en la propia península de Corea, en Vietnam y aún en Medio Oriente -donde pese a mantener su influencia, el coloso del norte ha ido viendo caer aliados y no ha logrado jamás imponer la “pax romana” pese a la eterna colaboración bélica con sus circunstanciales compañeros de ruta e Israel como ariete- ha sido por cierto rica en ejemplos de lo aquí afirmado Estados Unidos ha ido siempre un paso atrás de los hechos y ha respondido a las amenazas de sus enemigos tarde,mal y a veces nunca.

De hecho ya a partir de 1980 la ya decadente Unión Soviética logró “estirar” durante más de una década una Guerra Fria que no podía sostener. Y si la misma llegó a su fin con la caída del Muro de Berlín no fue por cierto por la firmeza de los líderes americanos sino más bien por una conjunción de circunstancias y personajes que desde adentro (Lech Walesa) y desde afuera (Juan Pablo II) obligaron a Ronald Reagan a aceptar el convite de Mijail Gorbachov para terminar lo que el tiempo y la falta de reursos había comenzado.

Claro que poco se diferencia ese gigante dubitativo y falto de visión con aquel otro que tanto dudó en entrar en la Segunda Guerra Mundial hasta que fue atacado por Japón en su propio territorio ultramarino, convencido de que la promesa de Adolfo Hitler en el sentido de no cruzar el Atlántico tenía algún viso de lealtad. Aunque en el camino sufrieran las consecuencias Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Holanda, Bélgica, Francia y hasta la “Madre Patria”, Gran Bretaña.

Y otra vez una lectura equivocada convierte al gigante en un pequeño y vulnerable estado, que cae en el juego inteligente y frío de un pequeño país, tal vez de los más pobres de la región, gobernado por una sangrienta estirpe familiar que encuentra en el actual autócrata una versión refinada de aquela sangriento y brutal dictador que la iniciara. No porque el regordete líder norcoreano sea menos criminal que su padre, sino porque se preparó durante años en los mejores centros de estudios para el arte de la diplomacia y la geopolítica.

Y eso le permitió asustar con grandilocuentes amenazas a tres presidentes norteamericanos y convencer al mundo entero de que se trataba de un peligro universal, cuando tan solo era la hábil estrategia de quien, sabiendo que nada tenía, necesitaba salir con urgencia del aislamiento y sobre todo conseguir la asistencia económica suficiente como para mejorar las condiciones de vida de una nación devastada por el nepotismo, la violencia y la mal administración.

Y lo logró; una vez más el gigante “fue al pié” y prometió ayuda a cambio de…nada. El desmantelamiento de un programa nuclear incipiente, sin financiamiento propio para asegurar una continuidad con el ritmo que un supuesto enfrentamiento bélico supone, no parece demasiada oferta para todo lo que deberá financiar de aquí en más el gobierno, y el pueblo,norteamericano.

Como lo hizo en la vecina Corea del Sur, levantando a puro dólar un país moderno y competitivo, o en Vietnam, o en Japón con el costosísimo Plan Marshall que hizo potencia a quien había sido su enconado enemigo y se convertiría desde entonces en el más feroz competidor comercial, O, nada más y nada menos, con Alemania, que le pelea palmo a palmo la hegemonía económica con esa nueva Wehrmacht que es el Euro, obligando a la Reserva Federal a una inagotable batalla en todo el planeta,

Demasiados errores, demasiados millones y demasiado esfuerzos…para quedar siempre a mitad de camino entre la gran potencia mundial y el gigante con pies de barro que tantas veces no logra auyentar sus propios fantasmas de debilidad que reaparecen en forma de narcotráfico, guerras y rechazo universal.

Y todo por no saber observar la realidad con el prisma del sentido común.