La primera pirámide de la historia, en riesgo de colapso

Varias organizaciones de arqueólogos locales han puesto el grito en el cielo: la restauración, a cargo supuestamente de una empresa «amateur», está acelerando el colapso de un hito de la arqueología egipcia.

 

A base de limo y arena, los mismos materiales que tallaron su silueta en mitad del desierto, la pirámide escalonada de Zoser lleva cerca de una década mudando de piel. El «lifting» de la construcción en piedra más antigua del mundo, paralizado desde las revueltas que vencieron a Mubarak, ha suscitado en las últimas semanas una auténtica polvareda en la tierra de los faraones. Varias organizaciones de arqueólogos locales han puesto el grito en el cielo: la restauración, a cargo supuestamente de una empresa «amateur», está acelerando el colapso de un hito de la arqueología egipcia.

«El trabajo de rehabilitación va por buen camino y sigue las directrices de la Unesco», ha asegurado este martes el nuevo ministro egipcio de Antigüedades Manduh el Damati ante el tropel de periodistas que ha recorrido bajo un sol de justicia la madre de todas las pirámides. Entre los andamios de madera y acero que mantienen apuntalada su cámara funeraria, el egiptólogo ha negado las denuncias y ha avanzado que -una vez resueltas las penurias económicas- el monumento podría concluir su largo paso por el quirófano el próximo año.

Eclipsada por las pirámides de Giza, la de Zoser (2687 a.C. – 2668 a.C.) fue la génesis que hizo posible la majestuosidad de sus descendientes. Erigida por el sumo sacerdote Imhotep durante la III dinastía, es el resultado de la superposición de seis mastabas, una estructura truncada de adobe en forma piramidal. En su cámara subterránea estaba ubicada la tumba real, expoliada en la antigüedad y reutilizada en época tardía. Ubicada a 25 kilómetros al sur de El Cairo, la estrella de la necrópolis de Saqqara inauguró una edad de oro arquitectónica a orillas del Nilo.

Sin embargo, sus 4.700 años de historia y los zarpazos del desierto y varios terremotos habían malherido dramáticamente su estructura y deslucido su fachada. En 2002, un equipo de expertos a las ordenes del entonces ministro Zahi Hawass auscultaron al paciente. Pruebas de rayos láser y estudios geológicos arrojaron un parte alarmante: existía un elevado riesgo de colapso. Cuatro años más tarde arrancó un proyecto de restauración que llenó las pendientes de la pirámide de armazones de madera. Hasta su paralización en 2010, una legión de obreros trabajó en el controvertido lavado de cara.

Hace unos días varios grupos de arqueólogos egipcios alertaron del peligro de derrumbe y denunciaron que Al Shorbagy, la empresa que resultó entonces adjudicataria de la rehabilitación, carecía de experiencia y estaba modificando drásticamente el exterior de la pirámide. «La compañía nunca había llevado a cabo labores de restauración en Egipto», se quejó al diario estatal Al Ahram Amir Gamal, representante de un movimiento de amantes del patrimonio faraónico que divulgó además la reciente caída de un bloque.

«No es cierto. No se han producido derrumbes. Las piedras caídas y los problemas de su estructura se deben a los seísmos que la construcción sufrió en 1985 y 1992», replica a EL MUNDO el veterano ingeniero Hasan Iman, uno de los académicos que dirigen desde hace una década la puesta a punto de la que una vez fue la sepultura del monarca Zoser. «Precisamente dedicamos más de un año a retirar las piezas que se habían desplomado en el interior de la pirámide», detalla.