Las dos caras de Alberto: un mensaje cauto y un relato enajenado

Por Adrián FreijoTal vez fue la noche más demostrativa del doble mensaje que caracteriza al presidente. Grabó en Olivos un mensaje moderado y corrió al bunker a vociferar consignas.

¿Quién es Alberto Fernández?, ¿el que grabó en Olivos un mensaje sereno y pacificador en el que prometió arreglar con el FMI, convocar a la  oposición y consensuar un plan económico o el que desde el escenario del bunker de campaña vociferó que su coalición había ganado y se dejó arrollar por un lenguaje triunfalista, agresivo y a la medida de la euforia militante?.

Desde Olivos anunció que enviará al Congreso un proyecto para consensuar un programa económico plurianual, que «contemplará los mejores entendimientos» del Gobierno nacional con «el staff del FMI».

Para que no quedasen dudas sostuvo que «en esta nueva etapa profundizaremos nuestros esfuerzos para llegar a un acuerdo sustentable con el FMI. Debemos despejar las incertidumbres que conllevan deudas insostenibles como ésta», enfatizó.

Como tratando de meter a todos en la bolsa y adelantándose a posibles rechazos a su postura, Fernández se apresuró a afirmar que «ésta es una decisión política que cuenta con el pleno aval del Frente de Todos. Ha sido el fruto del trabajo conjunto con la Vicepresidenta de la Nación (Cristina Kirchner), el Presidente de la Cámara de Diputados (Sergio Massa) y mi gabinete de ministros y ministras».

No son pocos los que creen que la ex mandataria no está de acuerdo con cerrar un acuerdo para el que el organismo internacional exige una abrupta caída de déficit fiscal, fuertes limitaciones a la capacidad de emisión y un ajuste que permita atacar rápidamente la creciente inflación. ¿Será entonces posible que el acuerdo que dice el presidente haber consensuado con su vice sea aceptado por el Fondo?. Suena al menos extraño…

«En esta nueva etapa debemos priorizar los acuerdos nacionales», puntualizó el Presidente, tras asegurar que «a la mayor brevedad» buscará «acordar una agenda» con la oposición para «resolver» los «desafíos» que enfrenta la Argentina, y reconoció que ha «cometido errores».

«Si queremos resolver estos desafíos a los que nos enfrentamos, necesitamos que las grandes mayorías generen consensos. En ese sentido, y a la mayor brevedad posible, voy a dirigirme a los representantes de la voluntad popular y a las fuerzas políticas a las que representan, para acordar una agenda tan compartida como sea posible», argumentó.

El mensaje, leído en su totalidad y según nuestras fuentes redactado por quien cada día adquiere mayor peso en la gestión de gobierno y que no es otro que Gustavo Béliz -a pesar de estar en la mira de Cristina y su círculo íntimo- poco tuvo que ver con el que, apenas una hora después, Fernández disparó desde el escenario del bunker en el que los dirigentes del Frente esperaron los resultados del escrutinio.

Allí, pese a que el Gobierno perdió Buenos Aires y otras 14 provincias y que además se queda sin el control del Senado, el presidente disparó que «el miércoles, que se celebra el día de las militancias, llenemos la Plaza de Mayo y celebremos este triunfo como corresponde”.

Y por supuesto nada dijo de convocar a la oposición y mucho menos de su voluntad de acordar con los acreedores de la Argentina.

Era otro Alberto, como lo ha sido todas y cada una de las veces en las que dijo una cosa por la mañana para desmentirla por la tarde sin siquiera ponerse colorado. Pero la sensación que aquellas y estas claudicaciones generan es la de un hombre que siempre dice lo que su interlocutor del momento quiere escuchar y que no tiene demasiados principios propios para sostener.

Esta noche fue rica en demostraciones de tal sospecha: en menos de una hora el presidente cambió su mensaje y pasó de ser el moderado mandatario frente a la derrota a un eufórico triunfalista que festejaba vaya a saber uno que cosa.

Lo que parecía un mensaje tranquilizador terminó convirtiéndose en otro relato ajeno a la realidad.

Nada nuevo bajo el sol…