El Papa Francisco reconoció hoy la importante labor que desarrolló la las Naciones Unidas pero afirmó que pese a los logros obtenidos, “aún son muchos los graves problemas no resueltos”.
El pontífice abrió hoy las sesiones de la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, convirtiéndose en el quinto Papa en visitar esa institución, y donde recordó a quienes dieron su vida por la paz y la reconciliación de los pueblos.
En su discurso en español, el Papa recordó la definición clásica de justicia y advirtió sobre un panorama mundial que presenta “muchos falsos derechos” y la situación de grandes sectores indefensos víctimas de “un mal ejercicio del poder”: el ambiente natural y el vasto mundo de mujeres y hombres excluidos.
Francisco citó la encíclica Laudato si’ para afirmar que hay un “verdadero derecho ambiental” que no es respetado, y sostener que el abuso y la destrucción del medio ambiente “van acompañados por un imparable proceso de exclusión”.
En este sentido, el pontífice detalló un sinnúmero de situaciones que conforman la hoy “tan difundida e inconscientemente consolidada ‘cultura del descarte’”, por lo reclamó “soluciones urgentes y efectivas”.
“La adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la Cumbre mundial que iniciará hoy mismo, es una importante señal de esperanza. Confío también que la Conferencia de París sobre cambio climático logre acuerdos fundamentales y eficaces”, dijo.
El Papa aseguró “el desarrollo humano integral y el pleno ejercicio de la dignidad humana no pueden ser impuestos”, sino que supone y exige el derecho a la educación, a la que consideró “la base para la realización de la agenda 2030 y para recuperar el ambiente”.
Francisco instó a los gobernantes a “hacer todo lo posible a fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su dignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de cualquier desarrollo social. Ese mínimo absoluto tiene en lo material tres nombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad del espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y los otros derechos cívicos”.
Asimismo, alertó que “sin el reconocimiento de unos límites éticos naturales insalvables y sin la actuación inmediata de aquellos pilares del desarrollo humano integral”, los ideales el preámbulo de Carta de las Naciones Unidas corren el riesgo de convertirse en “un espejismo inalcanzable o, peor aún, en palabras vacías que sirven de excusa para cualquier abuso y corrupción, o para promover una colonización ideológica a través de la imposición de modelos y estilos de vida anómalos, extraños a la identidad de los pueblos y, en último término, irresponsables”.
“La guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y entre los pueblos”, sostuvo, y pidió asegurar “el imperio incontestado del derecho y el infatigable recurso a la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje, verdadera norma jurídica fundamental”.
Proliferación de armas
El Papa consideró que la paz, la solución pacífica de las controversias y el desarrollo de relaciones de amistad entre las naciones, “contrasta fuertemente con estas afirmaciones, y las niega en la práctica, la tendencia siempre presente a la proliferación de las armas, especialmente las de destrucción masiva como pueden ser las nucleares”.
“Una ética y un derecho basados en la amenaza de destrucción mutua –y posiblemente de toda la humanidad– son contradictorios y constituyen un fraude a toda la construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser ‘Naciones unidas por el miedo y la desconfianza’. Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación, en la letra y en el espíritu, hacia una total prohibición de estos instrumentos”, exigió.
“El reciente acuerdo sobre la cuestión nuclear en una región sensible de Asia y Oriente Medio es una prueba de las posibilidades de la buena voluntad política y del derecho, ejercitados con sinceridad, paciencia y constancia. Hago votos para que este acuerdo sea duradero y eficaz y dé los frutos deseados con la colaboración de todas las partes implicadas”, agregó.
Cristianos perseguidos
Francisco también se refirió a las “duras pruebas de las consecuencias negativas de las intervenciones políticas y militares no coordinadas entre los miembros de la comunidad internacional. Por eso, aun deseando no tener la necesidad de hacerlo, no puedo dejar de reiterar mis repetidos llamamientos en relación con la dolorosa situación de todo el Oriente Medio, del norte de África y de otros países africanos”.
“Los cristianos, junto con otros grupos culturales o étnicos e incluso junto con aquella parte de los miembros de la religión mayoritaria que no quiere dejarse envolver por el odio y la locura, han sido obligados a ser testigos de la destrucción de sus lugares de culto, de su patrimonio cultural y religioso, de sus casas y haberes y han sido puestos en la disyuntiva de huir o de pagar su adhesión al bien y a la paz con la propia vida o con la esclavitud”, sostuvo.
Narcotráfico
El Papa advirtió también sobre “otro tipo de conflictividad no siempre tan explicitada pero que silenciosamente viene cobrando la muerte de millones de personas. Otra clase de guerra viven muchas de nuestras sociedades con el fenómeno del narcotráfico. Una guerra ‘asumida’ y pobremente combatida”.
“El narcotráfico por su propia dinámica va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción. Corrupción que ha penetrado los distintos niveles de la vida social, política, militar, artística y religiosa, generando, en muchos casos, una estructura paralela que pone en riesgo la credibilidad de nuestras instituciones”, añadió.
Una recta comprensión de la fraternidad universal
“La casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad de cada vida humana, de cada hombre y cada mujer; de los pobres, de los ancianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de los desocupados, de los abandonados, de los que se juzgan descartables porque no se los considera más que números de una u otra estadística. La casa común de todos los hombres debe también edificarse sobre la comprensión de una cierta sacralidad de la naturaleza creada”, aseveró.
Francisco señaló que “tal comprensión y respeto exigen un grado superior de sabiduría, que acepte la trascendencia, renuncie a la construcción de una elite omnipotente, y comprenda que el sentido pleno de la vida singular y colectiva se da en el servicio abnegado de los demás y en el uso prudente y respetuoso de la creación para el bien común. Repitiendo las palabras de Pablo VI, ‘el edificio de la civilización moderna debe levantarse sobre principios espirituales, los únicos capaces no sólo de sostenerlo, sino también de iluminarlo’”.
Una cita al Martín Fierro
El pontífice citó el Martín Fierro, un clásico de la literatura argentina, para llamar a la unidad: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”.
“El mundo contemporáneo, aparentemente conexo, experimenta una creciente y sostenida fragmentación social que pone en riesgo ‘todo fundamento de la vida social’ y por lo tanto ‘termina por enfrentarnos unos con otros para preservar los propios intereses’”, agregó citando la encíclica Laudato si’.
Francisco instó a “privilegiar acciones que generen dinamismos nuevos en la sociedad hasta que fructifiquen en importantes y positivos acontecimientos históricos. No podemos permitirnos postergar ‘algunas agendas’ para el futuro. El futuro nos pide decisiones críticas y globales de cara a los conflictos mundiales que aumentan el número de excluidos y necesitados”.
Por último, Francisco pidió a “Dios Todopoderoso que así sea, y les aseguro mi apoyo, mi oración y el apoyo y las oraciones de todos los fieles de la Iglesia Católica, para que esta institución, todos sus Estados miembros y cada uno de sus funcionarios, rinda siempre un servicio eficaz a la humanidad, un servicio respetuoso de la diversidad y que sepa potenciar, para el bien común, lo mejor de cada pueblo y de cada ciudadano”.
Calificado como el «defensor de la dignidad de la humanidad», el obispo de Roma fue convocado a tomar la palabra por el presidente de la asamblea, el danés Mogens Lykketoft, y el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon.
«Gracias por hacer historia», le dijo Ban Ki Moon.
Fuente: AICA, agencias