LO QUE EL OTRO PERCIBE

En comunicación social «yo» soy lo que el otro percibe de mi. ¿Què es lo que la gente percibe del gobierno de Macri?, ¿cuál es la imagen que el presidente y los suyos reflejan en la sociedad?.

Max Weber  fue un filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo alemán, considerado uno de los fundadores del estudio moderno de la sociología y la administración pública, con un marcado criterio antipositivista.

A partir de esa postura supo interpretar las cosas desde miradas heterogéneas que sirvieron a su público para entender los diferentes fenómenos y circunstancias de cada una de las disciplinas abarcadas por el pensador y que tenían, todas ellas, un punto en común: la comunicación.

Weber sostenía que en psicología «yo soy yo», el filosofía «yo soy un ente o un ser», pero en comunicación «yo soy lo que el otro percibe de mi». Y no importa si esa percepción es correcta o equivocada; yo seré lo que él cree que soy.

Esto podría explicar porque personas con escasos valores son adoptadas por la sociedad como paradigmas y otras, cultivadas y sostenidas en principios éticos, son rechazadas por la gente y nunca llegan a recibir el beneplácito social. Las primeras han sabido comunicar y estas últimas no logran transmitir lo que realmente son.

Y no es que estemos ante el clásico ejemplo de una sociedad anómica o perversa; las masas son permeables a estímulos poco más que epiteliales y a partir de ellos forma opinión sobre quien los emite. Casi podríamos decir que la aceptación o rechazo no devienen de un análisis profundo –que aparecerá recién cuando el sujeto del sentimiento adquiera centralidad, pero ya mezclado con un prejuicio positivo o negativo– sino más bien de un primer impacto en el que se recibe, para bien o para mal, el estímulo del «yo soy esto».

Un mecanismo tan sencillo como comprobado que sin embargo no ha sido tenido en cuenta ni por el gobierno ni por sus asesores con pretensión de sofisticación post moderna.

Mauricio Macri comunica mal y su imagen, aún en los momentos de aparente éxito, no logró jamás la empatía con la gente. Incluso con aquella que componía su electorado y que mayoritariamente lo veía como una espada flamígera sobre la cabeza de Cristina pero no sentía el compromiso que, por ejemplo, tenían los viejos peronistas con Perón o los jóvenes de los 80 con el liderazgo de Raúl Alfonsín.

Y a esa distancia que el presidente suele marcar con el hombre común se suman actitudes de muchos de sus más cercanos colaboradores y socios que terminan siendo contraproducentes a la ya de por sí difícil tarea de penetrar en la sociedad. Lo que seguramente es hoy el problema más grave de Cambiemos y su gobierno.

Todas las apariciones del mandatario durante la crisis que aún traspasa al país fueron pasos de horror en el arte de la comunicación y solo sirvieron para atizar en al gente el fuego de los miedos y las dudas. Y como si su propia presencia no hubiese sido bastante para agravar las cosas, Macri no pudo evitar que sus dirigentes más cercanos batieran la ciénaga con internas, declaraciones ridículas y trascendidos inoportunos.

La soberbia de Marcos Peña, los disparates peligrosos de Elisa Carrió, la politiquería eterna del radicalismo y sus internas, la falta de visión política de todos los funcionarios de economía para entender el momento y obrar en consecuencia, la sensación de que el gobierno camina siempre detrás de la realidad y sobre todo la incapacidad de diferenciar métodos y estilos de comunicación para transmitir buenas noticias o reconocer las malas, da como resultado una pretendida modernidad en el contacto que sin embargo termina dejando el mensaje de que al gobierno no le importa nada de lo que nos pasa a los argentinos.

Porque es eso lo que la gente percibe por estas horas y nada hace pensar que alguien en Balcarce 50 se esté dando cuenta de ello.

Y si Max Weber es más sólido que Durán Barba…esa será la imagen que determine el futuro de Mauricio Macri y su gobierno.