Los boliches y el pastor mentiroso: salvo que se ponga de moda el minué…

RedacciónLos dueños de boliches pasan por un momento desesperante. Pero las propias características de los establecimientos hacen imposible su apertura.

Les cabe la vieja fábula del pastor mentiroso. Durante años, pese a no tener habilitada la actividad, convirtieron sus boliches en lugares bailables violando todas las normas vigentes. La «vista gorda» de inspectores y policías, que a su vez engordaban sus bolsillos, les permitieron avanzar descaradamente en cuestiones como la saturación de superficies y el desconocimiento a las mínimas medidas de seguridad.

Ahora, por protocolos que presenten y juramentos que cuelguen del firmamento…nadie les cree.

El jefe de Gabinete bonaerense, Carlos Bianco ya anunció  que “hay actividades de mucha aglomeración, como la de los boliches, que veo bastante difícil que vuelvan hasta el fin de la pandemia, con la población vacunada”. Es decir un largo camino que seguramente los dejará fuera de juego; nadie puede resistir con su comercio cerrado y con los costos fijos por las nubes durante tanto tiempo.

Pero la lógica indica que aún no es el momento para volver a la actividad y que ese tipo de aglomeración representa un suicidio sanitario que nadie en su sano juicio puede habilitar. Aunque suene duro hay que decirlo: reúne en un mismo sitio al grupo etáreo que ha mostrado mayor desaprensión frente al virus y a comerciantes que ya han probado una tendencia incorporada a eludir las disposiciones legales en materia de funcionamiento.

Claro que en este tiempo de la nueva normalidad impuesta por la gente y por la necesidad todo es posible. Hasta que los dueños de boliches resuelvan, llegada la temporada, que van a abrir también sin autorización. Estará en las autoridades locales y provinciales medir el riesgo de una actitud semejante y actuar en consecuencia.

No hay manera de respetar la distancia mínima obligatoria en un lugar de estas característica. No la hay…

Salvo, claro está, que se ponga de moda el recatado minué de los tiempos coloniales y todos dancen en derredor de su pareja a un metro de distancia y con la sola comunicación de una cándida sonrisa.

Algo que, para ser sinceros, no parece hoy muy factible…