Una vez más los encuestadores demostraron que ya es difícil tomar en serio sus pronósticos. En Brasil todos los datos previos fueron equivocados y ahora la segunda vuelta es toda una incógnita
Los brasileños están cansados del Partido de los Trabajadores (PT). Doce años consecutivos en el poder son demasiados. La búsqueda obsesiva de otra legislatura le resulta difícil de digerir al 60 por ciento del electorado. Ese es el porcentaje total de personas que entregó su voto a otros partidos, se abstuvo o anuló la papeleta para candidato a la Presidencia.
Los números de la elección –con cerca del 98 por ciento escrutado- resultan más interesantes al desgranarlos. Dilma Rousseff (PT) supera el 41 por ciento de apoyo, el socialdemócrata Aécio Neves roza el 34 por ciento y la ambientalista Marina Silva, la gran derrotada, pasa ligeramente del 21 por ciento.
Otros candidatos recibieron el apoyo de algo más del 3 por ciento, los blancos y nulos se acercaron al 10 por ciento y la abstención fue más allá del 19,39 por ciento.
Los votos en blanco y nulos superaron los diez millones y la abstención llegó casi a veintiséis millones. La suma de estos “descontentos” supera en cerca de cinco millones a la suma de las poblaciones de Chile (17,5), Bolivia (10,2) y Uruguay (3.3) juntos.
La comparación resulta impactante pero ilustra las dimensiones de un país con tamaño de continente. Dicho esto, no parece apresurado considerar que la actual presidenta no va a tener una segunda vuelta fácil. Los sondeos, hasta ahora, advertían de un triunfo sin problemas en un «balotaje» con Aécio Neves pero en vista de los resultados cabe pensar otra cosa. Dicho esto, como acostumbran a repetir los amantes del fútbol que huyen del triunfalismo, los partidos hay que jugarlos. La cita, el 26 de octubre.