Tras ganar la medalla de oro en Toronto, Maira Arias volvió al Patinódromo de Mar del Plata con la felicidad de haber cumplido con su objetivo de ser campeona panamericana y reconoce, con sencillez, que sueña con seguir ganando.
La neuquina radicada en Mar del Plata fue a los Panamericanos con la convicción de que podía ganar la medalla de oro y no se dejó avasallar por el entorno que también tenía confianza ciega en ella. «Dos días ante de correr sentía mucha presión porque todos me decían ‘vamos por el oro’. Yo sabía que lo podía lograr pero hasta no cruzar la meta, uno no puede festejar, ni nada», confiesa Maira, una mujer con perfil competitivo que vive el patín con gran pasión.
«Empecé a los 7 años y todo lo que corría lo quería ganar», recuerda. Pero reconoce que no siempre pensó en lograr grandes objetivos deportivos. «Hace 3 ó 4 años siento que maduré como deportista. Me puse más firme con el tema entrenamientos y empecé a pensar en los Panamericanos. Me dije: ‘tengo que ir´. Y después me puse el objetivo de ganar la medalla de oro», cuenta con una naturalidad admirable mientras brilla la dorada en su pecho.
Ella sabe que en Mar del Plata, su ciudad por elección, se disfruta la medalla como propia tanto como en Neuquén, su lugar de nacimiento. Por eso, le gusta decir que «es una medalla de oro dividida entre dos ciudades, pero de toda la Argentina». Maira Arias (28 años) se trasladó a «La Feliz» hace 10 años para estudiar en la ciudad donde vive su novio y en la que supo crecer como persona y como deportista.
Su pareja, Rubén Martínez, también vinculado patín, fue fundamental en la preparación para Toronto. «Todos los días me apoyaba para salir a entrenar. Esta medalla es en parte de él por todo lo que entrenamos juntos y por lo que me motivó», destaca Maira con una sonrisa tímida en la que asoman sus «brackets». Y después de obtener el logro máximo en los 10.000 metros por puntos, ya se anima a pensar en el futuro inmediato: «te dan ganas de seguir y ponerte más objetivos en mente para seguir ganando».
Atrás quedó la vida en la Villa Panamericana y la inolvidable experiencia de compartir con otros atletas, la avidez por conocer y darse a conocer en ese contexto. «En Toronto muchos me decían María y me terminé acostumbrando. Algunos me llamaron Mariana, como la modelo. Debe ser por la altura», bromea.
Ahora Maira Arias ya está en casa con el reconocimiento de toda la familia del patín y del deporte argentino. Vuelve a caminar por el Patinódromo marplatense donde recibe el saludo permanente de gente que se acerca para felicitarla. Es simplemente Maira, ni más ni menos que la nueva campeona panamericana.
Por Florencia Cordero
Foto: Libre Expresión