MALÓN TARDÍO

Los españoles no son originarios de nuestra Patagonia. Los mapuches tampoco. Ambos invadieron ese territorio y mataron a quienes allí vivían. Corolario: todo lo que pasa es una chantada.

El Gobierno trabaja en un proyecto de ley para frenar la presión de los pueblos originarios, que crece día a día mientras sigue sin saberse el paradero de Santiago Maldonado, el joven artesano que no volvió a ser visto tras participar de una protesta junto a la comunidad mapuche.

El trabajo de Germán Garavano y un grupo de legisladores de Cambiemos consiste en ratificar la posesión de las tierras habitadas por pueblos originarios, pero sumar requisitos para identificarlos mejor.

Y es justo, claro que es justo. Pero con los verdaderamente originarios, no con usurpadores que aún antiguos no son otra cosa que eso.

Los mapuches son chilenos; tan chilenos que allende los Andes eran reconocidos por el gobierno como una nación independiente que tenía hasta embajadores ante las autoridades nacidas de la etapa post colonial.

Esas mismas autoridades que les dieron armas, dirección estratégica, dinero y caballada para que cruzaran la frontera, derrotaran a los tehuelches y se asentaran en el territorio argentino.

Y asó lo hicieron. Asesinaron a los verdaderamente originarios y se instalaron con la idea de constituir una nación aliada a Chuile que, de paso, se los sacaba de encima.

Contra ese ejército de ocupación, financiado en el extranjero -y dicen que con la ayuda británica- llevó adelante Julio Argentino Roca la Campaña del Desierto. Brutal y salvaje seguramente, pero muy lejana de la acusación de genocidio que el progresismo berreta ha pretendido endilgarle. Fue contra una tropa invasora que además había eliminado a sangre y fuego a nuestros verdaderos pobladores originarios.

¿Vamos a darle entonces la propiedad de esas tierras usurpadas?, ¿vamos a ceder al lenguaje de una violencia que no abandonaron desde el mismo instante en que invadieron nuestro país?. ¿Vamos a caer una vez más postrados ante las falacias de seudo intelectuales vernáculos que que en los 70 quisieron convencernos de la revolución (con sangre ajena) y en la última década de los valores insignes del populismo más berreta que haya conocido América Latina?.

No, ciertamente sería un disparate. Bienvenida la reivindicación de nuestros pueblos originarios pero ni un metro de terreno para quienes los asesinaron.

No vaya a ser que por aceptar este nuevo «malón exitoso» mañana tengamos que emprender otra recuperación de nuestro territorio. Basta de pavadas…