Nulidad matrimonial: Proponen procesos más sencillos y jueces laicos

Los padres sinodales hablaron de la comisión creada por el Papa para simplificar los juicios. Algunos pidieron que el procedimiento sea único para toda la Iglesia, que el obispo decida si es necesaria la apelación y que haya magistrados mujeres

Durante la octava congregación general, celebrada el jueves 9 por la tarde, y siguiendo el esquema del Instrumentum Laboris, los padres sinodales discutieron acerca de «la Iglesia y la familia frente al desafío educativo» y la educación cristiana en «situaciones familiares difíciles».

Nulidad matrimonial

En cuanto a la simplificación de los procesos de nulidad matrimonial, se mencionó la Comisión Especial de Estudio para la reforma del proceso matrimonial canónico, instituida por Francisco el 20 de septiembre de 2014. Se espera en un procedimiento más sencillo siempre que sea uno y único para toda la Iglesia. Por otra parte, sobre la doble sentencia conforme a la apelación obligatoria, surgió la pregunta de si era posible dejar al discernimiento del obispo la determinación de apelar o no. Al mismo tiempo, se insistió en la necesidad de una mayor presencia de jueces laicos debidamente preparados, en particular de mujeres, en los tribunales eclesiásticos.

Después se reiteró la importancia de que también los sacerdotes estén bien preparados para la pastoral del matrimonio y de la familia, y de que utilicen las homilías como un momento especial y eficaz para anunciar a los fieles el evangelio de la familia. «Hacen falta formación e información, porque la santidad espiritual del sacerdote, su creatividad y su relación directa con las familias son particularmente apreciadas por los fieles», expresó un conferencista.

Algunos padres sinodales se sumaron a las voces ya escuchadas en favor de una mayor preparación de los novios para el matrimonio, y advirtieron que la celebración del sacramento está reduciéndose en algunos ambientes a la dimensión social y jurídica, dejando en segundo lugar la religiosa y espiritual.

También se dijo que a menudo los novios perciben el curso de preparación como una imposición o una tarea que hay que cumplir sin convicción y que, además, es demasiado corto. Dado que, sin embargo, el matrimonio es una vocación para la vida, su preparación debe ser larga y detallada, como en el caso de la vida religiosa. Se habló también de que los novios adolecen con frecuencia de una escasez de conocimiento del valor sacramental del matrimonio. Tanto es así que la celebración del rito matrimonial -indicaron- no es automáticamente la celebración del sacramento del matrimonio.

No a la manipulación de la vida

Los cardenales y obispos reiteraron la vocación a la vida como elemento fundamental de la familia; de ahí la invitación a los fieles a profundizar en el conocimiento de la encíclica de Pablo VI Humanae Vitae, también para comprender mejor la importancia de la utilización de los métodos naturales de regulación de la fertilidad y el rechazo de la anticoncepción. Al afirmar que la unión y la procreación no están separadas del acto conyugal, los obispos condenaron enfáticamente la manipulación genética y la crioconservación de embriones.

Diversas voces pusieron de manifiesto en el recinto la tendencia de algunos países y organizaciones en el mundo occidental de presentar algunos conceptos como el aborto y las uniones homosexuales en el mismo rango que los Derechos Humanos, y advirtieron cómo ciertas organizaciones extorsionan a las autoridades de países en vías de desarrollo para que acepten tales ideas y las vuelquen en sus legislaciones.

En este sentido, también se evidenció que la expresión «derechos a la salud sexual y reproductiva» no tiene, en el marco del derecho internacional, una definición precisa y que puede terminar por abarcar principios que se contradicen entre sí, como la condena del aborto forzado y la promoción del aborto seguro, o la defensa de la maternidad y la promoción de la anticoncepción. Si bien carezcan de valor vinculante, la promoción de tales «derechos» supone un riesgo, porque puede influenciar la interpretación de otras normas, en particular en el ámbito de la lucha contra la discriminación de la mujer.

Migraciones y familia

Una vez más se reflexionó sobre la relación entre la emigración y la familia, insistiendo en que la familia es un derecho fundamental que cada emigrante debe ver reconocido y se exhortó a los responsables de las políticas internacionales de emigración a proteger el derecho a la unidad familiar porque para los emigrantes la familia es un elemento esencial para la integración en los países de destino.

Durante la hora dedicada al debate libre surgieron tres temas: respecto a los divorciados que se han vuelto a casar, se puso de relieve la necesidad de un camino de penitencia, que esté acompañado de una reflexión sobre los divorciados que se han quedado solos porque a menudo sufren en silencio y están marginados de la vida social.

En segundo lugar, se señaló la necesidad de proteger a los hijos de los cónyuges divorciados de las repercusiones psicológicas que el divorcio pueda tener sobre ellos. En este contexto, se señaló que a menudo una adecuada pastoral de los niños hace que sus padres se acerquen de nuevo a la Iglesia.

En tercer lugar se habló de la importancia de la relación entre la familia y la educación de los niños, con particular referencia al derecho de los padres a elegir el programa educativo más adecuado para que sus hijos puedan recibir una educación de calidad.

Por último, el secretario general del Sínodo, el cardenal Lorenzo Baldisseri, anunció que en el transcurso de las ocho congregaciones generales, las intervenciones de los Padres sinodales fueron un total de 180, a los que hay que sumar las 80 durante las horas de debate libre.