(Escribe Adrián Freijo) – No sólo los mercados comienzan a tomar nota de la ineficacia de todas las políticas que encara la administración de Cristina Fernández de Kirchner para resolver los muchos problemas que hoy presenta la economía argentina.
El hombre común -cuyo peso específico está dado por la suma de quienes piensan igual- parece haber resuelto que las cosas se han salido de cauce y que una vez más la única solución es refugiarse en la divisa norteamericana.
Es cierto que las expectativas son malas y que las últimas decisiones asumidas por el ministro Kicillof parecen terminar de aislar al país y librarlo a una suerte que racionalmente no puede ser otra cosa que mala.
Pero la caída de la actividad económica, la disparada de los precios -que amenazan con llevar la inflación real de agosto a un número cercano al 5%- y cierta sensación de fin de ciclo adelantado, han producido un cóctel de nerviosismo que parece por estas horas iniciar una escalada contra las pobres defensas oficiales.
Es un secreto a voces que la incomunicación existente entre el titular del BCRA y elministro ha llegado a uno de esos puntos en los que se convierte en otro dato negativo que los mercados tienen en cuenta.
Desde el Central no logran entender que es lo que pueden estar pensando en Economía cuando ordenan bajar las tasas de interés, frenar el financiamiento de las exportaciones y retener el pago de bonos como el LEBAC generando aún más sensación de default.
Si se hiciese un concurso de expertos para mensurar cuales podrían ser las peores medidas a tomar en una situación como la actual, seguramente las elegidas por Kicillof contarían con unanimidad casi absoluta.
Todo se ha hecho mal, todo suena a improvisación y todo está encaminándose a un final tan dramático como evitable con sólo apartar a los ineficaces de una gestión tan delicada.
Pero la única verdad es que las variables comienzan a ser incontenibles, los efectos sicológicos ya están haciendo estragos y que Argentina se encamina a semanas que serán, para bien o para mal, definitivas hacia adentro y hacia afuera.
Porque, digámoslo con la claridad necesaria, en estas condiciones pensar en 2015 es como escribir una novela de ciencia ficción…