OPTAR O ELEGIR

La realidad se encamina, una vez más, hacia un país que deberá optar por lo que considere un mal menor. Sin grandes debates, traspasados por el miedo y el odio, tal vez haya llegado el momento de elegir.

El gobierno de Mauricio Macri trabajó desde su primer día maniatado por una obsesión: lograr que al momento de buscar su reelección el país tuviese aún abierta la herida de la grieta.

Nunca intentó seriamente gobernar y la falta de planes e ideas fueron inclinando el plano de la realidad hacia este drama que vive gran parte de la población argentina, aterrorizada por un futuro en el que hasta cubrir las necesidades básicas parece una utopía. Tanta fue la obsesión por mantener vivo el fantasma de Cristina Kirchner que todo el esfuerzo presupuestario se encaminó en lo externo por hacer ver al mundo una Argentina distinta y hacia adentro en multiplicar los planes sociales y el clientelismo, en un vano intento de desmentir la supuesta insensibilidad de un gobierno tildado de elitista.

Y no se hizo bien ni una cosa ni la otra…

El gradualismo -que terminó convirtiéndose en el mejor aliado de los que se habían ido empapados en sospechas de corrupción, ineficiencia económica y aislamiento de la realidad- terminó explotando en una inflación desbocada, una crisis cambiaria como no se conocía desde el Rodrigazo o las sucesivas híper de fines de los 80 y principios de los 90 y un festival de tarifazos que consumió el ingreso de los ciudadanos generando un brutal aumento de los índices de pobreza.

Y el mundo, lejos de avizorar un país distinto, retrajo el crédito y abandonó cualquier proyecto serio de inversión. Eramos otra vez terreno fecundo para la inversión especulativa y no había actividad productiva que pudiese competir con aquello de traer dólares, colocarlos en bonos de rendimiento disparatado y salir huyendo apenas sonaba algún ruido de crisis.

Y el doble fracaso, interno y externo, hizo que creciesen las posibilidades del golpeado kirchnerismo para volver al poder; ayudado también por un peronismo que atraviesa la mayor debilidad de su historia y por las dudas e incoherencias de quienes decían encarnar una tercera vía pero, como quedó ahora demostrado, no tenían otro interés que acomodar sus posibilidades bajo el sol que más calentase.

La aparición del FMI, entregando los fondos suficientes para evitar la explosión de la economía macrista, y la reaparición de figuras del pasado que aterran a los argentinos, hicieron el resto. Y sobre el final de su desastroso mandato Macri vuelve a encontrarse frente a la posibilidad de jugar su futuro a suerte y verdad agitando el fantasma de «Cristina o yo».

Y así nos encaminamos a una votación en la que más de la mitad de nosotros optará por lo que considere un mal menor en vez de elegir alguien en quien confiemos y nos presente un proyecto que nos devuelva la esperanza de un país distinto que, aún con esfuerzo y mucho dolor, comience a construir un futuro previsible y digno de sus potencialidades naturales.

¿Porqué tenemos que caer mansamente en el juego perverso de la grieta?, ¿quién dijo que no podemos expresar en las urnas lo más profundo de nuestros sentimientos y expectativa y convertirnos en simple expresión cuantitativa de los dictados de quienes han hecho del odio y el miedo su única razón de ser?.

¿Porqué no elegir en vez de optar?…

Y cuando aconsejamos elegir no lo estamos haciendo en favor de tal o cual fórmula; por el contrario, estamos proponiendo ejercer la más absoluta libertad de conciencia una vez que enfrentemos la urna.

Si creemos en Macri…votar a Macri...

Si pensamos que Fernández-Fernández son la solución...votar por ellos.

¿Es Lavagna?…vamos con él.

¿La izquierda?, ¿Espert?…¿algún otro?…apoyémoslos.

Pero si estamos hartos de tanta manipulación, si terminamos convencidos de que esta dirigencia política no expresa a la verdadera democracia y no va a ofrecernos otra cosa que más decadencia, más grieta, más corrupción y más pobreza...vaciémosla de contenido votando en blanco. Es también una forma de mostrar la voluntad y gritar un «hasta aquí llegue» frente a quienes creen que nos tienen apretados en un puño.

Y volvamos a nuestras casas, tras la jornada electoral, convencidos de haber ejercido nuestro derecho a expresar en libertad y con un sentido útil las más profundas convicciones que tenemos como ciudadanos.

No sigamos siendo partícipes de la lenta e inexorable caída de la Argentina al abismo de su propia historia.