En la Catedral de Mar del Plata, el obispo diocesano, monseñor Antonio Marino; presidió la celebración en el que se oró por la pronta beatificación del siervo de Dios Cardenal Eduardo Pironio.
Minutos después de la misa se realizó un panel con los testimonios de Laura y Mariano Franco, papás de Juan Manuel, el niño que se salvó extraordinariamente luego de orar a Dios por intercesión del siervo de Dios; el médico pediatra Víctor Quiroga, el padre Ezequiel Kseim, licenciado en derecho canónico, quien explicó en qué consiste un proceso de canonización y la intervención de monseñor Marino para cerrar el panel.
Durante la homilía, luego de referirse brevemente a los textos del lunes de la segunda semana de Adviento, el obispo los conectó con la figura del cardenal Pironio: «el mundo nuevo y el Reino de Dios nacen de la interioridad de un corazón reconciliado con Dios». “Imposible pretender en el formato de una breve homilía trazar un perfil completo y ni siquiera aproximado de esta gran figura. Sólo recojo algunas espigas, relativas hoy al modo como este siervo de Dios entendía el sacerdocio, y como homenaje a quien tuve como rector en el Seminario de Villa Devoto en Buenos Aires”, resaltó el obispo.
Más adelante, monseñor Marino expresó, “en sus numerosos y variados destinos eclesiásticos, nunca dejó de escribir. Las turbulencias de los tiempos posconciliares, su paso por el CELAM, su ministerio en Roma al servicio del Papa y de la Iglesia universal, fueron otras tantas oportunidades para que nos dejara páginas luminosas, llenas de una espiritualidad profunda y realista, de un hombre que era al mismo tiempo un apóstol muy movedizo y entregado, y simultáneamente un ardiente contemplativo”. También se refirió a la figura importantísima de la Virgen María en los escritos de Pironio.
“Basten estas pinceladas para honrar su memoria, expresarle gratitud, y motivar la oración de los fieles de esta diócesis, que lo tuvo como segundo obispo, a fin de que un día podamos contarlo entre los cristianos ejemplares, reconocido entre los beatos y santos de la Iglesia”, concluyó Marino.
Minutos después de la eucaristía, mientras los fieles se acomodaban en los bancos para escuchar el panel de testimonios, sonaba la canción que Laura y Mariano escribieron en homenaje a quien fuera el impulsor de la Marcha de la Esperanza. “Eduardo Francisco Pironio tu pueblo quiere caminar. Quiero marchar con esperanza, quiero elevar una alabanza, de tu mano voy, me quiero aferrar, tu palabra me sanará”.
Durante el panel testimonial, Laura y Mariano, los papás de Juan Manuel Franco -quien también estuvo sentado allí-, relataron lo sucedido hace 10 años, con la ingesta de purpurina que había hecho el niño con tan sólo 15 meses y remarcaron las pocas probabilidades que les daban los médicos de sobrevivir. Luego de que la Marcha de la Esperanza, pasara por la puerta del Hospital Materno Infantil donde estaba internado el pequeño, al leer la vida de Pironio y rezar con devoción la oración por la beatificación, el niño comenzó a mejorar. Luego el médico pediatra Víctor Quiroga, relató también su experiencia profesional con el caso de Juan Manuel pero sobre todo destacó su conversión a la fe desde hace unos años. Al llegar el turno del padre Ezequiel Kseim, licenciado en derecho canónico, el sacerdote describió detalladamente los pasos necesarios para que la Iglesia declare a una persona como santa.
Por último, el panel contó con el cierre de monseñor Antonio Marino, quien destacó la “urgencia pastoral de la santidad” en la vida cotidiana. “Así el evangelio penetra en las culturas y las costumbres, cuando los cristianos dan testimonio de coherencia entre lo que anuncian y la vida que llevan. Hay que distinguir entre la santidad canonizada propuesta por la Iglesia y la santidad anónima. La santidad canonizada es necesaria y son modelos que nos motivan. Esa santidad está destinada a que todos nosotros nos dejemos guiar por el Espíritu que es el verdadero artífice de la santidad. Pero también yo creo que en la Iglesia hay santidad oculta, anónima, que son como flores en el jardín de la Iglesia: son persona sencillas que viven la vida ordinaria con un intenso grado de unión con Cristo y lo hacen de manera espontánea”, concluyó el actual pastor de la Iglesia católica de Mar del Plata.