Por Adrián Freijo – Centenares de autos secuestrados por alcoholemia positiva, infracciones en el manejo u otras causas. ¿Es una forma de espantar turistas?, ¿hay mala comunicación?.
La Dirección General de Tránsito continúa llevando adelante intensos operativos en distintos puntos y horarios del partido de General Pueyrredon, en el marco de la política de prevención y concientización (¿¿??) planteada por el intendente Carlos Arroyo. La última semana, del lunes 9 al domingo 15, fueron secuestrados 236 vehículos.
¿Puede criticarse el control?, ¿no es parte de la obligación del estado atender a la seguridad en el tránsito?, ¿no están las normas para ser cumplidas?.
Nadie puede contestar estas preguntas de forma tal que no sea en el sentido de rescatar la potestad oficial de velar por los ciudadanos y por las leyes. Pero tampoco estaría mal debatir serena pero seriamente la forma de cumplir con esa obligación cuando de una ciudad que necesita captar turistas durante todo el año se trata.
¿Usted cree que en Carlos Paz no hay controles?, ¿y en Pinamar o Gessell?, ¿o en la misma Miramar o la bucólica Tandil?. Claro que si...como los hay en Punta del Este o en Río de Janeiro, claro que con un concepto preventivo, de presencia visible de las policías locales o estaduales y no con un criterio punitivo y recaudador que convierte a la ciudad en un coto de caza desagradable y hartante.
Carlos Arroyo tiene un inocultable perfil policíaco. Aquel que mostraba cuando, como Director de Tránsito, encabezaba los aparatosos operativos montado en la caja de su camioneta en una actitud semejante a la que su admirado Edwin Rommel –de quien sacó el seudónimo autoimpuesto de Zorro Uno– utilizaba cuando guiaba a sus tropas del Afrika Corps por las ardiente dunas africanas.
Ama el orden, lo que no está mal, pero lo entiende como algo que debe ser impuesto a una sociedad anárquica. Todo será entonces duro, punitivo, amenazante…y épico.
Contar los secuestros de automóviles por cientos, agazaparse en curvas y lugares recónditos para cazar al infractor, desplegar operativos dignos de la búsqueda de Bin Laden revivido y tratar a quien está siendo revisado como si fuese el siniestro fundador de Al Qaeda será entonces una forma clara de dar el mensaje que Arroyo considera fundacional: «para que aprendan».
Mientras tanto cada vez menos personas llegan a Mar del Plata y eligen otros destinos más amigables.
¿Sabía usted que en Río de Janeiro al turista que comete una infracción -mientras no ocasione daños a terceros- se le informa de la regla violada y se le comunica que la próxima vez será multado?; ¿sabía que en la cercana Tandil es exactamente igual?. Cosas que ocurren en aquellos lugares en los que los gobernantes tratan de que la gente vuelva y no convierten las calles de sus ciudades en una versión berreta del T.E.G, aquel juego de estrategia bélica que fue furor hace unos años.
Hay formas y formas de hacer prevención y sobre todo muchas más de comunicarlo. No como un parte de bajas en combate sino como un recuerdo constante de que las normas deben ser cumplidas y que el estado está ahí -aunque no lo veamos subido a una imaginaria colina normanda- para asegurarnos a todos que ello ocurra.
Si el intendente no lo entiende logrará expulsar definitivamente de la ciudad a miles de personas hartas del mal trato, la persecución y la bronca de saberse convertidos en víctimas propiciatorias del los desvaríos de un «Petit Napoleón» y las necesidades presupuestarias de un municipio mal administrado.
Porque esa gente quiere gozar de Mar del Plata...no padecer a sus gobernantes.