René Favaloro: hace 18 años lanzaba su último grito de rebeldía

Por Adrián FreijoHace 18 años  René Favaloro dejaba su último mensaje en forma de disparo a su corazón. Quise recordar en pocas líneas al hombre que supo vivir y morir con dignidad.

No recordaba cuanto tiempo llevaba frente a ese espejo.

Casi con indiferencia recorrió esas ojeras profundas, marcadas a fuego como cada instante de trabajo y decepción que las habían ido formando  e instalando como una radiografía de aquellos ojos pequeños y oscuros que siempre brillaron de entusiasmo y ahora parecían dos manchas opacas y sin vida.

No le importaba el tiempo que allí llevaba y con indiferencia notó que tampoco le importaría después. Porque solo él sabía que representaba ese después…

Estaba, una vez más, donde quería estar y también una vez más sabía lo que quería conseguir; fueron muchos años de gestos, palabras, acciones y sueños –también sueños- que casi siempre, y a puro talento y esfuerzo, pudo convertir en realidad.

Siempre se impuso a si mismo la necesidad de mostrar la cara de un hombre humilde… pero no era ingenuo, sabía que estaba dotado de un talento especial y que en lo suyo era el mejor.

Lo decía el mundo y no había voz que se levantara en contra. Su palabra era escuchada con una veneración que rozaba lo religioso; no solo cuando explicaba ese arte de salvar vidas -que pasaba por la lucidez de su inteligencia y explotaba en la habilidad de sus manos- sino también cuando pintaba la realidad de esa sociedad disparatada que le había tocado compartir con tanta gente que creía entenderla pero la desconocía.

Estiraba las reflexiones para no acortar ese momento. No porque le resultara placentero sino porque en muchos años era el primero que vivía para él y solo para él. Y pensó, sin sombra de arrepentimiento, que al elegir el tiempo de aquella escena iba a experimentar, por primera vez en su vida, algo parecido a la omnipotencia.

«Tal vez ahora pueda sentir lo que cada día observo en tantos seres menores que por un poco de poder prestado creen que el mundo les debe reverencia y respeto» pensó; y en esa mueca que no logró convertirse en sonrisa encontró algo parecido a la revancha.

Aquellos sobres, blancos como el guardapolvo que lo había acompañado a la vera de tantos lechos ocupados por el dolor y la esperanza, eran una escueta síntesis de la intimidad casi imposible de un hombre que ya había tomado dimensión universal. ¿Se equivocó cuando resolvió seguir por la vida con su estilo campechano y humilde?, ¿habría conseguido aquellas cosas que le fueron negadas si tan solo hubiese vestido de soberbia su grandeza?…¿es que para lograr los objetivos hay que mostrar la peor cara del ser humano?.

Ya no le importaba, y ya no era importante; detrás de su decisión quedaban encerrados los sueños de tantos años y la convicción de que todos y cada uno de ellos era posible. ¡¡¡ Cómo no iba a poder
la Argentina establecer un sistema de salud de excelencia si tenía todo el material humano y científico para hacerlo!!!…¡¡¡es qué les costaba tanto entender esto a los políticos!!!…¿o era indiferencia?….¿o simple brutalidad?…

Por lo que fuese, volvió a pensar que ya no tenía importancia.

Sin puertas para golpear, sin fuerza para seguir haciendo malabares con las finanzas críticas de su Fundación, sin fe para esperar que llegara aquel que entendiera, resolvió que el único mensaje posible estaba en aquello que lo había identificado para siempre con la sociedad: el corazón. Su corazón…

No escuchó el estampido…no sintió dolor alguno…no tuvo miedo.

¿Comprenderán ahora?

(Nota de R): Estas reflexiones imaginadas las escribí pocos días después de la muerte de René Favaloro. La carga de angustia que llevan sigue vigente tantos años después. (Adrián Freijo)