El silencio se resquebrajaba con los aplausos espasmódicos que surgían a cada momento, cuando un familiar o un amigo de alguna víctima gritaba el nombre de cualquiera de las 264 personas que fueron asesinadas en 2013, o de las 167 a las que la delincuencia les robó la vida en lo que va de este año.
«Pido disculpas a todas estas familias que perdieron a un ser querido y no hice nada. Muchas veces vi por la televisión otros casos y pensaba que no me iba a tocar. Y con el control remoto cambiaba de canal y veía otra estupidez. Pero en cinco minutos te cambia la vida, yo perdí un hijo». Con estas palabras, atravesadas por el dolor desgarrador, Enrique Bertini, el padre de Mariano, asesinado en una entradera el viernes pasado en Echesortu, conmocionó a las más de diez mil personas que se concentraron anoche en el Monumento en reclamo de justicia y contra la inseguridad. Sin odio ni sed de venganza, llamó a involucrarse en la cosa pública, a exigir cambios a la dirigencia para que casos como el suyo no se repitan.
Bertini fue uno de los tantos oradores de una concentración masiva, marcada por la indignación y la bronca ante la cantidad de crímenes que contabiliza la ciudad, muchos impunes con sus responsables aún no encontrados.
Hubo más de diez mil personas en la explanada del Monumento a la Bandera. Una multitud para un acto casi sin organización previa ni convocantes movilizados.
Tanto que un megáfono de corto alcance suplió la falta de un equipo de sonido e impidió que muchos escucharan los testimonios desde el improvisado atril.
Cerca de las 20 ya estaban en el espacio público por excelencia de los rosarinos decenas de familias, jóvenes y familiares de víctimas de la inseguridad. También fueron miles de personas que salieron de sus trabajos y antes de volver a casa se solidarizaron con quienes perdieron lo más preciado.
«Rosario ciudad liberada», decía una de las pancartas más impactantes, con enormes letras. «Tolerancia cero», pedía otra. El resto eran rostros sonrientes de personas que ya no están, sostenidos por sus familiares que fueron a la concentración para reclamar por la memoria de los suyos.
La luz de las velas iluminaba los ojos contenidos de lágrimas de centenares de hombres y mujeres cansados de la inseguridad. Rostros que más tarde se quebraron ante cada historia trunca contada en primera persona.
El asesinato del hijo del reconocido empresario agrícola fue tal vez el caso más convocante de la marcha. Pero fueron numerosos los crímenes denunciados, marcados por la misma lógica: robo seguido de muerte, falta de investigación judicial y policial y responsables en la calle.
Cada padre, madre, hermano o familiar que tomó el megáfono contó una historia desgarradora. Una vida que transcurría repleta de sueños y se interrumpió en un instante fatal por el accionar de la delincuencia. Y nada volvió a ser igual en decenas de hogares rosarinos.
La multitud respondía con respetuosos aplausos, gritos pidiendo justicia y seguridad. La mayoría no podía evitar las lágrimas.
El momento más emotivo fue el discurso de Bertini. Entero, pero visiblemente afectado por el crimen de su joven hijo, arrancó diciendo: «Les pido disculpas a todas estas familias que perdieron a un ser querido y no hice nada, no me moví de mi mesa».
«Muchas veces —siguió—vi por la televisión otros casos y pensaba que no me iba a tocar. Con el control remoto cambiaba de canal y veía otra estupidez. Pero en cinco minutos te cambia la vida, yo perdí un hijo».
«Hace 50 años que estoy acá. Pero algo hice mal, no estuve con esta gente que lo necesitaba, que golpea puertas ante la falta de respuestas», se lamentó.
Luego contó: «Ahora voy a estar de este lado. Tenemos que reunirnos, vernos, sentirnos. La inseguridad es un problema serio, la seguridad no se transa. Muchos dicen que nos pasó esto porque somos Bertini, pero nosotros también venimos de abajo. Mi familia se fue de Europa por la inseguridad y yo ahora perdí un hijo por esa razón. Una locura. Igual me quiero quedar acá y voy a hacer lo que sea, lo necesario», cerró.