Querían a Julián Domínguez, pero no pudo ser. Ahora deberán pensar cómo hacer para convivir durante dos meses y que no atente contra la estrategia naranja.
Durante los días posteriores a las PASO, en el equipo de campaña de Daniel Scioli se tomaron un descanso. Las inundaciones en varios distritos bonaerenses obligaron a hacer un parate, electoralmente hablando.
El ex motonauta tuvo que adelantar la vuelta de su viaje a Italia porque se dio cuenta en Europa de la gravedad de la situación y fundamentalmente del aprovechamiento que la oposición hizo al respecto de su travesía por el viejo continente.
Así, Scioli tuvo que informar brevemente en una conferencia de prensa durante el mediodía de este jueves el despliegue que los distintos ministerios están llevando a cabo para tratar de manejar el impacto de las lluvias en los municipios.
Pero una vez que pase esto, los asesores y él comenzarán a pensar cómo se desarrollará la campaña de cara a las elecciones generales del 25 de octubre. Y especialmente pondrán el foco en dos grandes objetivos: Córdoba y la provincia de Buenos Aires.
La estrategia inmediata será mejorar los números en la provincia gobernada por el hoy massista José Manuel de la Sota -a quien Scioli piropeó en esta última conferencia- y reforzar lo conseguido en todo el territorio bonaerense: «no sólo en los municipios en donde se ganó por amplio margen, sino también en los demás; por ejemplo en La Matanza fue 50%, pero puede ser 55%», comentaron desde gobernación.
Pero al margen de esos objetivos, hay algo que preocupa aún más a los sciolistas, y tiene que ver con que Scioli deberá hacer campaña en territorio bonaerense al lado de quien no era el favorito -para ellos- en la interna del Frente para la Victoria.
En el mundo naranja hay bronca con Aníbal Fernández por la pirotecnia salvaje previo a las PASO, cuando acusó a Julián Domínguez y Fernando Espinoza de haber operado en su contra colaborando con Jorge Lanata en el polémico informe en donde se lo ligó como autor intelectual del triple crimen de General Rodríguez.
De rebote, hay una especie de malestar por la situación en sí: en el sciolismo no están contentos con que el quilmeño haya quedado como candidato a la gobernación y deban pegarse a él durante todas las semanas venideras.
Por eso, en un futuro cercano el equipo de campaña comenzará a pensar cómo van a soportar dos meses recorriendo distritos y apareciendo en los medios junto a un dirigente de mucha exposición y que genera un gran rechazo en gran parte del electorado, por su mala imagen.
Y el problema puntualmente está ahí, porque lo que Scioli intentará conseguir es el voto de los indecisos, los independientes y disconformes, y quienes elaboran sus estrategias de la campaña creen que Aníbal no aportará en absoluto a ese plan, sino muy por el contrario, que atentará contra eso.