Tiempo de tirar la cadena

(Escribe Adrián Freijo) – Un nuevo stand up presidencial sirvió como los anteriores para potenciar una división que es hoy aliada de una estrategia decadente.

Con las clásicas ironías, que cada vez tienen menos agudeza y más de las formas groseras que han caracterizado a todos los autócratas en retirada a lo largo de la historia, la Presidente volvió a utilizar el escenario de la cadena nacional para expresar su particular visión de la realidad nacional, de sus enemigos reales y de los imaginarios y de esa obsesión constante que para ella supone mantener el poder al precio que fuese.

Y por supuesto que utilizó para ello la Cadena Nacional a la que después de este tiempo de desmesura habrá que reglamentar muy estrictamente para no  vernos obligados a tirarla junto con quienes de ella abusan demagógicamente.

A partir de la quietud del precio del dólar, Cristina desarrolló toda una teoría acerca de la buena marcha de la economía, olvidando pequeñas cuestiones de manual como las referidas a lo que ella supone un virtuoso derrame de ingresos a partir del turismo o de la quietud de los precios.

En lo que se refiere a la primera cuestión es claro que la explosión de la decisión de los argentino a vacacionar está fuertemente vinculada a la desaparición del ahorro, algo que muy fuertemente se diera durante la gestión de José Alfredo Martínez de Hoz en la primera etapa del gobierno militar y luego durante la década gobernada por Carlos Menem.

El turismo, como cualquier variable de la vida económica nacional desde fines de los 60, es una de las «opciones» del ciudadano frente a una realidad partida que nunca le permite elegir desde un paquete de opciones el lugar en el que utilizará su excedente de dinero.

No es el turismo, la vivienda, el resguardo financiero, la inversión inmobiliaria o la actividad bursátil. Siempre es una cosa o la otra, y también siempre por corto tiempo. Hasta que cambien las reglas.

A esta misma altura del año pasado la jefa de estado hablaba de los argentinos que gracias al modelo podían cambiar su auto, ya que la venta de vehículos batía todos los récords. Hoy ese índice cayó en un  50%.

Antes los discursos giraban acerca de la actividad inmobiliaria. Hoy la construcción se desplomó en un 80%.

En 2009 Cristina preguntaba por cadena «¿ porqué los argentinos no van a tener derecho a ahorrar en la moneda que quieran hacerlo ?», cuando el gobierno sostenía un precio irracional de la divisa con el simple expediente de succionar las reservas del BCRA. Hoy, agotadas esas reservas, aquel derecho de los ciudadanos quedó sepultado con todo tipo de prohibiciones y trabas para acceder a la moneda extranjera.

Siempre así, por etapas y compulsivamente.

Pero el libreto del unipersonal cristinista no tuvo lo que el público podía esperar. Todas las alusiones al caso Nisman fueron en el mismo sentido de las insinuaciones, las sospechas plagadas de paranoia, las verdades a medias y las mentiras a los gritos.

Total la claque siempre está ahí para aplaudir lo que sea, e inclusive el tradicional lugar del voluminoso D’Elía puede ser ocupado ahora por 2/3 flaquitos que aumentan el número de seguidores.

Por supuesto que quienes esparan aún que en algún momento la Presidente se acuerde del dolor familiar que rodea al muerto y se digne dedicarle al menos un «lo siento» se quedaron con las ganas.

En la mentalidad tan particular de la mandataria esa situación ya se ha convertido en una cuestión épica: acompañar el dolor de los Nisman -y posiblemente el de todos los argentinos bien nacidos- equivale a rendirse ante la corpo y sus secuaces.

Otra ronda de stand up, cada vez más berreta y vergonzoso, que no cambiará en el futuro. Suele pasar con todos los actores mediocres que por equivocación acceden a las más lujosas marquesinas; ya resultará imposible curar sus vicios de actuación y terminarán sus carreras aferrados a un estereotipo que al fin aburrirá al público y se hará menos creíble cada vez.

La única solución será entonces cambiar el libreto de la marquesina  y permitir que la gente elija otra opción.

O, en este caso, tirar la cadena.