El candidato del Frente Amplio se ha labrado fama de gobernante discreto, eficaz y autoritario.
Quienes conocen a Tabaré Vázquez aseguran que es capaz de fusilar con una sonrisa. Que sabe manejar “la botonera del poder” sin levantar la voz. Otorga confianza y responsabilidades, pero también impone su voluntad sin conceder explicaciones.
Este oncólogo de 74 años figurará siempre en los libros de historia como el primer alcalde de izquierdas que alcanzó con el Frente Amplio la alcaldía de Montevideo en 1990 y el primer presidente de izquierdas que llegó a la presidencia en 2004. Acabó así con 174 años de hegemonía de los partidos tradicionales, el Nacional y el Colorado.
Durante su primer Gobierno puso en marcha un plan de emergencia para socorrer a las poblaciones más pobres, creó el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), incorporó las energías renovables en el país y distribuyó ordenadores en las escuelas. Todo eso, sin dejar de pasar consulta como oncólogo dos días a la semana. Hay quienes aseguran que le brillan más los ojos hablando de medicina que de política.
El sucesor de Mujica es maestro de la Gran Logia de la Masonería de Uruguay, en una sociedad donde no es infrecuente la pertenencia a la masonería. La suya solo admite hombres y declara impulsar desde todos los sectores de la sociedad (incluyendo políticos y religiosos) “el progreso moral y material de los seres humanos”.
Su rival en las presidenciales, Luis Lacalle Pou, el candidato de centro derecha por el Partido Nacional, parecía contar con algunos factores a favor: la fuerza de los 41 años frente a los 74 de su rival de izquierdas; su frescura frente a las cámaras, el efecto sorpresa de haber vencido en las internas del Partido Nacional cuando nadie lo creía favorito… Y, sobre todo, contaba con una campaña electoral basada en el juego limpio y en el reconocimiento de los logros conseguidos en los últimos diez años por el izquierdista Frente Amplio. Pero tenía en su contra, precisamente, todos los logros conseguidos por la coalición socialdemócrata; su inexperiencia en el Gobierno y su imagen como hijo de un ex presidente conservador y como residente en una urbanización de lujo.
El lema de su campaña era “por la positiva”, pero cuando perdió hace un mes en la primera vuelta de las presidenciales contra Vázquez renunció a una parte del positivismo y pasó al ataque: “Que nos llamen pitucos [adinerados] es el resentimiento más grande que yo he visto en el país. (…) Tabaré Vázquez es un tipo rico, tiene mucha guita. Tiene el monopolio del cáncer en Uruguay, es un oncólogo famoso, prestigioso, y tiene muchísimo dinero».
Vázquez, sin embargo, contaba con su probada experiencia como gobernante y con el apoyo del presidente José Mujica, el mayor activo electoral del Frente Amplio. Ahora, Vázquez gobernará con la ayuda de la mayoría absoluta conseguida por el Frente en el Senado y en el Parlamento. Pero la formación de Mujica, el Movimiento de Participación Popular, es la que más escaños en el congreso. Así que los dos dirigentes, que siempre han mantenido una relación distante, estarán obligados a entenderse durante los próximos cinco años.
Buena parte de la izquierda uruguaya tiene una espina clavada con él desde que en 2008 utilizó su capacidad de veto como presidente para anular la ley del aborto. Ahora, muchos activistas temen que, a pesar de que Vázquez ha prometido que respetará la voluntad popular, si gana las elecciones su Gobierno pueda tomar medidas económicas que obstruyan la implantación de este derecho.