Todos hablan del ajuste que viene, pero ¿hace falta o puede evitarse?

Por Fernando V. Alfonso Queridos amigos. no pueden imaginar la cantidad de borradores que he tirado al cesto, en vista de los disparates que pudimos observar en la realidad circundante.

Fernando V. Alfonso

Para ser breve citaré sólo dos, aquellos que considero más desopilantes:

a) Estudiantes secundarios de Buenos Aires, volvieron a cometer el delito de Usurpación, para «luchar» contra una medida en ciernes que los llevaría a participar de pasantías en empresas de su medio. Los adolescentes se negaron a estudiar cómo es trabajar. Todo un sinsentido.

b) Cataluña es una región que quiere ser un país independiente del cual formalmente pertenece: España. Parece un chiste, pero bueno sería remarcar que España es un país con menor territorio que la Provincia de Buenos Aires en la cual vivimos. Cada cual puede pretender vivir en un microcosmos, pero el absurdo consiste en suponer que es economicamente posible. En fin , vayamos a lo nuestro.

En nuestra aldea argentina, se avecinan elecciones legislativas de apariencia previsible. Y en una campaña sin pirotecnia, todos los opositores al gobierno nacional señalan como una catástrofe que, en caso de triunfar, el oficialismo impondrá un ajuste económico que nos dejará mirando al norte con alguna parte de nuestra anatomía.

Es formidable el peso que tiene en la gente, la sola mención del concepto «ajuste» en la política económica, es la cumbre de un disvalor para la mayoría de nuestros compatriotas. Como siempre hago en estas circunstancias, recurrí a los servicios de mi vieja enciclopedia Sopena, ya que nunca termino de confiar en las verdades de Internet.

Entre otras, la acepción que rescato para la palabra «ajuste», es esta: «medida proporcionada que tienen unas cosas con otras». Esto en general, pero en particular en Economía tiene que verse como la correspondencia entre las variables de un determinado modelo.

Un modelo, en cualquier disciplina, es una representación apriorística de lo que se supone la realidad. Es una ficción, pero sería un grave error pensar que por ello es una pavada inconduscente.

Por ejemplo: un Comandante militar embarcado en planificar un bombardeo, necesita imperiosamente de un modelo que defina cual es el objetivo principal, el lugar en que se encuentra, los perjuicios colaterales del ataque, etc. Una vez definido todo, el estratega elegirá la cantidad de medios a emplear en la acción, el nivel de destrucción a alcanzar, y los beneficios en caso de triunfar. En Economía no es muy diferente.

Cuando en un modelo macroeconómico se impone un ajuste, hay variables que se deben modificar para que la economía vaya armoniosamente en la dirección deseada. Y si admitimos esto, es que comprendemos que previamente  errores estratégicos en las políticas aplicadas, descompaginaron el equilibrio general que todo modelo implica.

¿Qué variables pretende ajustar el Gobierno?. Varias; pero para no aumentar la «densidad»  de esta columna, propongo que nos concentremos sólo en una: la que busca regresar las tarifas de servicio públicos a su nivel de equilibrio, llamémosle «normales» ó «lógicos».

Primero recordemos cómo se desajustó este item. Allá por 2002, en medio de una crisis recesiva aguda, el gobierno del entonces presidente Duhalde decidió entre otras medidas, congelar las tarifas de luz, gas, agua, etc. Una medida contracíclica correcta en vista de incrementar los ingresos de sistema sin recurrir a otros desajustes que implicaran que el remedio fuera peor que la enfermedad.

Al igual que en el fútbol, lo que en un momento del partido fue positivo, en otro instante del mismo match puede ser nefasto. Las medidas contracíclicas en economía SIEMPRE deben ser transitorias, en caso contrario se tornan contraproducentes y requieren de nuevos y dolorosos ajustes. Tal fue el error cometido por los gobiernos kirchneristas, que por una mezquindad política de bajo vuelo, terminaron convirtiendo lo transitorio en definitivo.

Con una mezcla de inocencia y complicidad, muchos de nuestros conciudadanos creyeron que la mejora en sus ingresos era para siempre. Otros no entendían cómo podía funcionar una economía en la que un bimestre de gas «valía» menos que un paquete de Marlboro. No es una cuestión de preferencias, sino una constatación de que en Economía no es posible violar las premisas de un modelo.

El gobierno actual diagnosticó correctamente: Hay que ajustar las tarifas. En este caso aumentándolas. Pero al operar dudó, falló y reculó (perdón por la palabreja). No supo si operar con ascepsia e instrumentos adecuados, o ir a fondo con cuchillo de carnicero y sin anestésia. Hay tantas manos en el plato (léase Ministros) en el Gabinete, que la resultante es menos que un garabato.

Todo pasó para después de las elecciones. Pero el temible ajuste espera impávido, para que vuelvan las proporciones de unas cosas con otras.

Dedico esta columna, al flamante Premio Nobel de Economía 2017: Richard Thaler.