TODOS SOMOS «SARASA»

Mientras los más duros comentarios caen ahora sobre el ministro de Economía por su desgraciada intervención durante una conferencia de prensa. Pero parece que olvidamos cuanta de esa medicina solemos tomar los argentinos.

Lo primero que deberíamos preguntarnos es si tiene sentido semejante enojo por una estupidez que tan solo sirvió para poner en evidencia que todos los pergaminos internacionales con los que fue presentado Martín Guzmán, ignoto ayudante de cátedra de uno de los Premio Nobel más cuestionados de la historia y conocido por sus fracasos en diagnósticos y tratamientos a los males económicos, cuando por obra y gracia del dedo señero de Cristina Fernández de Kirchner -que de economía sabe lo mismo que el Soldado Chamamé de baile ruso del siglo XV- lo impuso como al hombre que iba a resolver todos los temas.

Algunos gestos adustos, pocas palabras y una penosa negociación de la deuda, que llegó a buen puerto por la necesidad imperiosa de los acreedores de conseguir un acuerdo que los salvara del tsunami de la pandemia -y que en muy pocos meses quedará en evidencia como un pésimo negocio que solo sirve a los intereses electorales de un oficialismo que tiene por delante un recreo de cuatro años pero arroja densos nubarrones sobre el futuro de un país que de esta forma queda fuera del mercado de capitales al menos por una década- fueron suficientes para que los inventores de realidades paralelas que suelen pulular entre los periodistas, opinólogos y otras faunas similares comenzaran a hablas de un super ministro, un genio y cosas por el estilo. Sin siquiera preguntarse como, a nueve meses de haber asumido, al personaje no se le había ocurrido otra propuesta económica que no fuese la de subsidiar con emisión, mientras caían las inversiones, el PBI y sobre todo las reservas del BCRA, utilizadas para frenar el drenaje.

Y esta tendencia, no puede olvidarse, ya estaba instalada antes del fatídico 20 de marzo en el que comenzó esta larga cuarentena…

Y mientras desde el gobierno se tironea el debate político hacia cuestiones menores y los argentinos nos enfrascamos en debates innecesarios, la dinámica del deterioro económico y social avanza en forma constante hacia un abismo que todos parecen disfrutar en anunciar pero nadie logra siquiera describir en su magnitud. Y no aparecen los planes, no alumbra el proyecto y no se conocen las medidas que van a implementarse para frenar la caída y comenzar, el menos, un tiempo de estabilidad.

Esa es la verdadera «sarasa» nacional. La que nos acompaña desde hace décadas y que parece haber incorporado al país a ese submundo de irrealidades en el que las formas son más importantes que el fondo. En el que la ineficiencia de los grises es suplantada, cuando la sociedad se enoja, por la de los energúmenos. Pero nada cambia y las recetas que se aplican, siempre de emergencia, solo sirven para apagar incendios pero ni siquiera para eliminar las brasas, que volverán pronto a arder.

¿Es vergonzoso lo que ocurrió con Guzmán?…por supuesto que si. Pero no es otra cosa que un bochorno más en la larga historia que en la materia venimos arrastrando los argentinos desde el día en que decidimos que había otras formas de crecer que no eran el trabajo, el esfuerzo y la honestidad.

Fecha que debería ser elegida como «El Día Nacional de la Sarasa»…