Existen alternativas para el sanitario tradicional, que incorporan tecnología y una mirada más ecológica. Sin embargo, el artefacto sigue manteniendo su diseño original, creado hace más de cuatrocientos años. ¿Por qué cuesta tanto modificarlo?
Prácticamente intacto por más de cuatrocientos años, el inodoro logró evitar el paso del tiempo, el avance de la tecnología y la creciente conciencia ecológica. ¿Cómo consiguió el artefacto más importante del cuarto de baño mantener su diseño por más de cuatro siglos?
Su invención data de 1598, cuando John Harrington lo creó para la Reina Elizabeth I de Inglaterra. Este modelo tenía una reserva de agua en la taza y una palanca para hacer funcionar el sistema. Pero sólo se produjo una unidad del mismo, porque la Reina quería tener la exclusividad.
El primer inodoro fue creado para la Reina Elizabeth I, por lo que su diseño imita al del trono. De allí proviene la expresión “necesito ir al trono”.El primer inodoro fue creado para la Reina Elizabeth I, por lo que su diseño imita al del trono. De allí proviene la expresión “necesito ir al trono”.
Más tarde aparecieron aparatos similares. En 1755, el relojero Alexander Cummings patentó una nueva creación con algunas mejoras y finalmente en 1778, Joseph Bramah creó el antecesor del sanitario que usamos actualmente.
Entre aquel antiquísimo modelo y el que hoy se encuentra en la mayoría de los baños, no hay grandes diferencias. “Creo que las innovaciones de la industria se esmeran más en renovaciones estéticas que técnicas. Es mucho más rentable presentar cuartos de baños que atraigan por sus formas y colores que por su función, mecanismo predecible en un mundo consumista depredador del medio ambiente”, explicó Ángel Prignano, autor de “El inodoro y sus conexiones”.
Sin embargo, aunque no sean populares, existen opciones que incorporan más tecnología y una mirada ecológica. Una de ellas, está presente en el baño de la Casa G, una vivienda ubicada en Cañuelas, Buenos Aires, que está construida sólo con tecnologías sustentables.
Su inodoro tiene una mochila de doble descarga, de 3 y 6 litros, que utiliza aguas de lluvia y aguas grises recuperadas, que son aquellas que provienen de los lavatorios, las duchas y el lavadero.
A diferencia de lo que muchos creen, esta alternativa tiene un precio totalmente accesible, que no es mucho más elevado que el de los inodoros tradicionales.
Otra opción, que es más conocida pero no por eso mayormente elegida, es la de los inodoros secos, en los cuales no hay agua que haga desaparecer los desechos, sino que estos deben ser cubiertos con aserrín.
Justamente, su aporte distintivo es el principal obstáculo que le impide popularizarse: la mayoría de las personas está acostumbrada a que cuando se trata de ir al baño, debe existir ese botón que permite que todo desaparezca al instante.
“Pasa lo mismo que con los residuos sólidos o la basura, los queremos en cualquier parte menos en nuestra casa. Así que está bastante incorporado, entre los que tenemos conexiones cloacales, que un lindo artefacto de porcelana con un agujero por el cual todo se va de nuestro hogar, es lo mejor”, explicó Prignano.
Por su parte, Andrés Bedoya, gerente de la Fundación Aguayuda, aseguró que el factor costumbrista es el que aleja a la mayoría de este diseño. “Culturalmente el tema de los excrementos es motivo de burla, comedia, vergüenza y otros factores”, aseguró.
Y agregó: “Ese mágico instrumento que elimina la fuente de nuestra vergüenza con sólo halar de una palanca, se convierte en la solución inmediata. Convivir con el baño seco en un hogar citadino implica tener los excrementos por un período de tiempo más prolongado y a su vez, tener que desecharlos o almacenarlos en un compostador para su correcta disposición, cosas que van en contra del estilo de vida urbanizado, siempre sin tiempo y con el malestar cultural presente”.
Pero tanto el baño seco como el de mochila con doble descarga, tienen como principal beneficio el ahorro significativo de agua, lo que no es un dato menor si se tiene en cuenta que con cada descarga de inodoro se gastan 16 litros de agua.
Además, en el caso puntual de Argentina, cada uno de sus habitantes gasta en promedio 560 litros de agua por día, mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que para cubrir las necesidades básicas de una persona se necesitan 50 litros diarios.
“No hay conciencia de que lo que está en el inodoro es agua potable y podría tomarse si no estuviera ahí. Mucha gente tampoco piensa en lo mucho que cuesta potabilizar el agua, hay un proceso muy costoso”, aseguró el vocero de Aysa, Diego Muñiz.
“Es difícil tener conciencia al respecto. La escasez determina el consumo de cualquier cosa. Buenos Aires está bendecida por el Río de la Plata, que lo tenemos al lado. Pero hay lugares en el país que no tienen río y deben tener cerca un pozo de agua o por ejemplo, como en el caso de Mendoza, necesitan del deshielo”, agregó Muñiz.
Entonces, ante la existencia de opciones accesibles y ecológicas, que permiten el consumo responsable del agua, ¿qué circunstancias impiden que se avance en la modificación del sanitario?
Charly Karamanian, mentor de la Casa G, aseguró que la respuesta relaciona la conciencia ecológica con el gasto económico: “Particularmente en la Ciudad de Buenos Aires y área de influencia del Rio de La Plata, donde por el momento el agua de red es abundante y tiene un costo muy bajo, quienes implementan tecnología para cuidar el agua son exclusivamente quienes tienen conciencia ecológica ya que es difícilmente justificable por el lado económico”.
“Quienes sólo se preocupan por su bolsillo o tienen un presupuesto limitado, comienzan a adoptar hábitos y compran productos sustentables cuando estos resultan más económicos que los tradicionales o, en caso que estos sean algo más caros, sólo cuando hay suficiente evidencia de que la diferencia se recupera en el corto plazo”, aseguró
Por su parte, Prignano, dijo que se debe en gran parte a la falta de políticas sanitarias. “Existe como una anomia, como que a nadie le interesa el tema. No veo que la industria y el comercio del sector se esfuercen en hacer accesibles popularmente tales técnicas, acorde con una cultura del derroche sin sentido”, opinó.
Finalmente, Bedoya advirtió que “la conciencia ecológica de las urbes es aún inmadura y su rechazo cultural no se hace esperar. Sin embargo, hay alternativas viables y de existir la voluntad, tal vez podrían implementarse”.