Una provincia vacía de ideas y en manos de la frivolidad

(Escribe Adrián Freijo) – La situación general de la provincia es  alarmante y no aparecen propuestas serias que permitan albergar esperanza de cambio.

Buenos Aires ha sido desde siempre la locomotora económica, política y cultural de la Argentina y sólo la absurda Ley de Capitalización de la ciudad homónima justifica esa bicefalía centralista que ha servido para deformar poblacionalmente  al país y generar una permanente tensión que no sólo ha afectado la institucionalidad sino que también lo ha hecho en lo económico.

Para tocar tan sólo uno de los temas emblemáticos, y que por cierto nos afecta a los marplatenses, digamos que la improvisada política portuaria de nuestro territorio estadual tiene mucho que ver con una centralidad en la materia que desde el Virreynato ejercía el “porteñismo” y que pretendió neutralizarse con desarrollos de cercanía (La Plata, Ensenada, Mar del Plata) que fueron a la postre negativos.

Pero son muchas otras las cosas que deben resolverse y seguramente la inequidad fiscal es la más importante de ellas.

Produciendo cerca del 40% de toda la riqueza del país, y generando la recaudación correspondiente, debe sin embargo sostener a las demás provincias con un porcentaje expoliatorio de su renta y sin que desde la administración central se ordene esfuerzo alguno para optimizar la recaudación de los estados beneficiados.

Y es esa propia administración central, con un criterio unitario que contradice la letra y el espíritu de la Constitución, la que ha mantenido sometida a la provincia en una política de continuidad de aquellos enfrentamientos de los que hablábamos más arriba.

Enfrentamientos que, es bueno recordarlo, hicieron que Buenos Aires sólo jurara la Constitución Nacional de 1853 siete años después de su promulgación, es decir en 1860.

 

Marketing, color y frivolidad.

 

Es claro que estas cuestiones de fondo deben ser abordadas, más temprano que tarde, por aquellos dirigentes que entiendan que semejante situación es el origen de la creciente exclusión social que afecta a millones de bonaerenses y de las consecuencias de la misma.

La pobreza endémica, la inseguridad, la falta de trabajo, el hacinamiento en los cordones que rodean a las grandes ciudades, la escasez de una obra pública que sostenga la infraestructura necesaria, una oferta escolar paupérrima y la falta de una oferta de salud cada vez más necesaria son algunas de las herencias dejadas por una realidad de recursos menguantes y población creciente.

Sin embargo en los albores de una campaña electoral que debería centrarse en estas cuestiones, los posibles candidatos se dedican a multiplicar slogans, mostrarse como figuras del espectáculo o suplantar con colores identificatorios lo que deberían ser ideas determinantes.

Muy poco, muy pobre y seguramente una vía a más de lo mismo.

Mientras tanto los problemas se arrastran, generan nuevas dificultades y multiplican la cantidad de víctimas de una sociedad que por este camino no tiene posibilidad alguna de encontrar soluciones.

Pero en la misma medida en que ellos suplantan lo importante con la mera propaganda, el tiempo avanza sin piedad y nada asegura que no vaya a agotarse en algún momento cercano.

Y todos sabemos las consecuencias, en cualquier orden de la vida, de que el tiempo se acabe…