¿Usted preguntaba que es la anomía?, solo mire a su alrededor

Por Adrián FreijoUn término que mucho se ha usado en el análisis teórico de la realidad pero que ahora encarna en una sociedad harta, sin ejemplos y desesperada.

 

El diccionario lo deja en claro: la anomia es un estado de desorganización social o aislamiento del individuo como consecuencia de la falta o la incongruencia de las normas sociales.

Pero la realidad hoy la muestra en la plenitud de sus hechos y consecuencias cuando en muchos lugares del país, y puntualmente en Mar del Plata, comienzan a florecer sectores sociales que cansados de esperar alguna respuesta de las autoridades resuelve avanzar por las suyas en aquello que cree necesario para alcanzar sus objetivos.

Y mientras la clase política no se cansa de mostrar la peor cara de la desorientación, el egoísmo y la incapacidad para equilibrar entre la salud y la economía, tan necesarias ambas para la vida integral del ciudadano, propietarios de gimnasios y restaurantes anuncian que comenzarán a funcionar con los protocolos oportunamente presentados pese a la negativa vigente en la fase 3.

Como también ya lo hacen algunos cafés y también obras privadas que con mayor o menor exposición siguen adelante tratando de rescatar no solo las fuentes de trabajo sino también la inversión, siempre  maltratada en un país que prefiere emitir papel sin valor alguno que apostar a la actividad genuina.

A ellos se sumarán ahora el resto de los restaurantes, funcionando al aire libre, mientras los comerciantes textiles y de indumentaria van permitiendo de a poco el ingreso de clientes.

Una rebelión social frente a las normas que pudo evitarse con solo un poco de sentido común. Y que supone una pre anarquía que seguramente se irá acentuando con el tiempo y avanzará sin freno sobre el orden y la institucionalidad.

Hace mucho que los argentinos no recibimos del poder político una respuesta adecuada a nuestras expectativas y necesidades. Que observamos los obscenos juegos del poder con desprecio total por el bienestar de una población que ve multiplicarse la pobreza, el desempleo, la inseguridad y  la brecha social mientras se angosta el futuro, emigran nuestros hijos y todos vamos arrinconándonos en la desesperanza y la supervivencia.

Este «sálvese quien pueda», que algún distraído puede confundir con una noticia más cuando en realidad es lo más grave que nos ha pasado como sociedad en mucho tiempo, supone un paso superador de aquel «que se vayan todos» del 2001: esta vez la gente «abre los bancos» para retirar lo suyo. Toma su destino en propias manos y no se queda esperando que alguien le resuelva el problema.

Y si los gobernantes no entienden rápido y actúan en consecuencia, facilitando a la gente el trabajar, estudiar y convivir -con las normas sanitarias que seguramente reglarán los próximos años y a las que sería bueno comenzáramos a incorporar desde ahora- la anomia dará paso a la anarquía y esta a la necesidad de fundar una nueva institucionalidad, con los riesgos y peligros que ello supone.

No subestimemos lo que está pasando. Cuando la gente le da la espalda a las normas y las autoridades una sociedad corre gran peligro…