Vodkagate: Donald Trump debería mirarse en el espejo de Nixon

CorresponsalLa sombra de Watergate ya se posa sobre la Casa Blanca. La detención de tres asesores  acusados de conspirar con Rusia indica el comienzo de tiempos tormentosos para Trump.

El ex jefe de campaña de Donald Trump, Paul Manafort, se ha entregado al FBI tras ser imputado por «conspiración contra Estados Unidos», tentativa de lavado de dinero y por no registrarse como agente de un país extranjero. El abogado también ha sido inculpado por ofrecer falso testimonio y por no presentar las debidas declaraciones sobre cuentas bancarias en el exterior y registros financieros.

Hasta doce cargos criminales recoge la acusación firmada por el fiscal especial Robert Mueller el pasado viernes contra Manafort y su socio, Richard Gates, y aprobada por un jurado del Distrito de Columbia.

En el documento se relata como entre 2006 y 2015 ambos actuaron como «agentes no registrados» del gobierno de Ucrania y de varios partidos políticos. Actividad que, como se recuerda en la demanda, «es ilegal». Tanto Manafort como Gates han negado las acusaciones y el juez ha decretado arresto domiciliario.

Para «esconder los pagos» de decenas de millones de dólares a las autoridades, señala la formulación de cargos, Manafort y Gates lavaron el dinero a través de compañías extranjeras y cuentas bancarias abiertas en varios países como Chipre, Seychelles, San Vicente y las Granadinas.

Si bien los consejeros legales del presidente han comenzado a trabajar la hipótesis de que todo ocurrió cuando Trump no era presidente de los EEUU y que por lo tanto nada tiene que ver con Watergate, los analistas se preguntan hasta cuando el mandatario podrá sostener la legitimidad de su gobierno sin quedar expuesto como le ocurriera a su antecesor Richard Nixon.

El viejo fantasma del castigo que los norteamericanos aplican al gobernante mentiroso vuelve a oscurecer el futuro del mítico Salón Oval.