El economista Federico Tessore analiza los motivos por los que Argentina se convirtió en el país del mundo con peor clima para los negocios globales. Un estado antiguo, ideológico e inútil.
Mientras el frio empieza a instalarse en Buenos Aires, el calor ya invade Miami. Un canal de televisión como el porteño “Crónica” ya estaría en condiciones de decir algo como “estalló el verano…” respecto a la etapa del año que estamos viviendo hoy por estas latitudes. Momentos del año no solo extraños por la diferencia del clima, frio en una punta, calor en la otra, días mas cortos por un lado, días mas largos por el otro, pero también por esa extraña forma de organizar el año que tienen los norteamericanos.
Estamos entrando al mes de junio y el año está terminando en el hemisferio norte. Mis hijos están terminando el año escolar, llegan las fiestas de fin de curso, el “problema” de qué hacemos con los chicos durante el verano, la ciudad baja el ritmo. Todo se hace más lento y no se porque nos descubrimos haciendo un “balance del año” en pleno mes de junio. ¿Si estamos en la mitad del año? ¿Qué estamos haciendo? ¿Nos volvimos locos?
No, locos no…, solo estamos siendo testigos del extraño conflicto que nuestra cabeza está librando internamente. ¿Sigo con el ritmo del año “argentino” o me adapto al norteamericano…?, discute la mente. El hecho de viajar todos los meses a Buenos Aires no ayuda ni un poco en este conflicto. Peor si a este viaje mensual agregamos algunos otros viajes internos dentro de Estados Unidos, a otros países de América Latina, a España o la India.
Cuando uno sale de sus rutinas diarias, cuando cambia tan bruscamente los contextos, los ritmos se desacomodan, las horas se confunden. Las estructuras preestablecidas se ponen en duda con tanta exposición a formas y maneras distintas.
Bienvenido al “extraño” mundo de las inversiones globales. Ese mundo que no conoce de fronteras, ni rutinas, ni descanso, que abraza el cambio, la innovación y la libertad. Que está en la búsqueda constante, que disfruta el proceso. Que no deja de sorprenderse.
Sorprenderse por los progresos. Por aquellas fuerzas productivas de nuestro mundo que no dejan de avanzar. Que inventan herramientas inimaginables pocos meses atrás como los drones, los autos auto dirigidos o los celulares ultra inteligentes.
Sorprenderse por los derrumbes. El de aquellos países, aquellos pueblos que insisten en recorrer el camino que enriquece a muy pocos, a los políticos de turno, y empobrece a la gran mayoría, millones de personas que extrañamente terminan contentas cavándose sus propias tumbas.
El diario La Nación nos acercó una semana atrás una de esas noticias que a uno lo llevan a agarrarse la cabeza, sin importar donde esté, ni que clima esté viviendo. Argentina se convierte en el peor lugar del mundo para hacer negocios:
La Argentina tiene uno de los peores climas de negocios del mundo. El país comparte el tope del ranking con Venezuela, según el último informe del Foro Económico Mundial.
Titulado como «Informe de competitividad de viajes y turismo 2015», el documento del Foro analiza «el conjunto de factores y políticas que permiten el desarrollo sostenible del sector turístico que, a su vez, contribuye al desarrollo y la competitividad de un país». En total fueron analizadas 141 economías.
Cuando el informe analiza el «clima de negocios», la Argentina aparece segunda, apenas detrás de Venezuela. Detrás de la Argentina aparecen países como Chad, Zimbawe, Haití, Angola y Myanmar (ex Birmania). El país mejor ubicado es Singapur, seguido por Hong Kong y Qatar.
Estamos ante un Estado, el argentino, que se cree con el derecho de convertirnos en esclavos económicos. Convivimos con un gobierno que nos respira en la nuca, que nos está mirando siempre, que nos dice lo que está mal y lo que está bien, lo que podemos y lo que no podemos hacer. Un gobierno que creó las condiciones para que nuestro país tenga el clima de negocios más hostil del mundo.
¿Por qué Argentina insiste en recorrer un camino hacia el desastre asegurado? ¿Por qué gran parte de los argentinos apoya este rumbo?
Es difícil entenderlo, más cuando no existe el ejemplo de un solo país del mundo que haya progresado con las “recetas argentinas”. Todo lo contrario, este camino lleva, sin excepción, a la pobreza y la marginalidad.
¿Tiene dudas sobre lo que le digo? Le propongo que piense en Europa. Piense en las economías europeas que les va bien y aquellas que les va mal.
Por ejemplo Alemania, el único gran país prospero que queda en Europa. ¿Alemania está aplicando las políticas “argentinas”? No, todo lo contrario, este país se centró en la competitividad y en la austeridad durante la última década. Y eso le permitió alcanzar el éxito que disfruta hoy.
Según relata el economista español Daniel Lacalle en su libro “Viaje a la libertad económica”:
En mayo de 2010 Alemania introdujo una enmienda a la constitución que limita el déficit del Estado Central al 0,3% del PBI en 2014 y prohíbe a los gobiernos regionales tener ningún tipo de déficit a partir de 2020. En junio de ese mismo año 2010, Alemania introdujo el mayor recorte de gasto público en sesenta años, junto con un plan financiero a mediano plazo que incluía recortes de 80.000 millones, cerca del 0,8% del PBI y otras medidas hasta alcanzar el 0,35% de déficit objetivo.
A pesar de la crisis, en un año el déficit del estado cayó del 4,3% en 2010 al 0,8% en 2011 y llego a un superávit del 0,2% en 2012. A pesar de este éxito, en el año 2013 el gobierno alemán continuo con los recortes. Esto permitió que el gobierno ese año ahorre 24.000 millones la deuda pública y logre un crecimiento cercano al 1% en su economía mientras el resto de Europa se derretía.
Al mismo tiempo que Alemania tomaba estas medidas, el resto de Europa disparaba un festival de gasto pasando el déficit fiscal del 2,1% del PBI en 2008 al 6,5% del PBI en 2013 y la deuda del 70% al 90% del PBI.
Alemania crece, Europa se derrumba. El primero cuida las cuentas, no se mete en la economía, incentiva al sector privado. El segundo sube impuestos, gastos, deuda, subsidios y regulaciones.
Estimado lector, un estado sin control se convierte en una maquinaria muy difícil de detener. A medida que está máquina avanza deja a su paso destrucción y pobreza. Si usted ya conoce esta realidad que destruye a nuestro país ayúdeme a divulgarla. Cuéntesela a su vecino, a su amigo, a su familiar. Ayúdeme a explicarles a aquellos argentinos que aún creen que el estado es la solución, que esto no es así. Que la única solución es un estado solo focalizado en la administración de la justicia, la defensa de la libertad, la propiedad privada y la seguridad, nada más.
Ayúdeme de una vez y por todas a liberar las fuerzas de la libertad y la innovación en nuestro país. Si Alemania lo hizo, ¿por qué no la Argentina también?
Le deseo un excelente fin de semana,
Federico Tessore