Acuerdo con el FMI: nada es lo que parece ser

RedacciónQue hoy, que mañana, que hay ajuste, que no lo hay, que las tarifas, que la emisión, que lo voto, que no; entre idas y vueltas el gobierno busca ocultar los trazos finales que le fueron impuestos.

 

Alguien dijo alguna vez que muchos políticos argentinos «ponen cara de estadista y dejan mensajes de lenguaraz». Pues bien, todo indica que una generación completa de estos especímenes se ha encaramado en el gobierno nacional y marca el paso de una realidad que ni ellos mismos conocen o controlan.

Analizando en detalle el mensaje presidencial ante la Asamblea Legislativo no debemos dudar que Alberto Fernández, cultor de construir una realidad virtual a partir de datos ficticios y proyecciones que solo parecen estar en su cabeza, es uno de los principales cultores de aquella costumbre de convertir los deseos en supuestos logros. Durante una hora y media, en los pocos momentos en los que no se dedicó a halagar a su vice, el mandatario habló de una Argentina inexistente en la que «vamos a hacer» las mismas cosas, y muchas más, que las que «íbamos hacer» hace dos años atrás.

En la cuestión del acuerdo con el FMI el tema ya adquiere un color castaño oscuro que dista del celeste diáfano que pretende la palabra oficial cuando, desde hace más de un mes, insiste en que ya todo está acordado, arreglado y en unas horas será enviado al Congreso.

Nada de eso ocurrió y recién en las últimas horas se llegó a un acuerdo de forma, sujeto a muchas alternativas que pretenden mantenerse en el cajón de los secretos, y que debió incluir retoques de último momento que para los técnicos del organismo tienen alguna lógica pero para la endeble realidad política oficial pueden disparar una verdadera guerra interna que, sumada a la torpeza en el destrato a una oposición que buscaba un pretexto para dejar al gobierno sin los votos necesarios para la aprobación, siembra dudas acerca de lo que viene a partir de la demorada llegada del documento para su tratamiento.

La vocera oficial Gabriela Cerruti, a la que el presidente debería avisar que cumple un papel de expositora de lo que se resuelve en el poder pero no es parte de él, afirmó hoy que que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional “no prevé ajustes, ni reformas previsionales y laborales”, y señaló que el organismo pedía “un aumento más elevado en las tarifas de servicios públicos” que el esquema que finalmente fue acordado.

Lo primero es una verdad a medias -habrá una ley de empleo joven que funcionará paralelamente a la vieja de contratos de trabajo que data de 1975 y que seguramente creará un mercado laboral paralelo mucho más flexible que el actual- y lo segundo se convierte en el punto más delicado para resolver: los aumentos en los servicios estarán ligados al crecimiento de los salarios, lo que los coloca muy por arriba del 20% que exigía Cristina y al que, dicen en su cercanía, no parece dispuesta a renunciar.

¿Disparará esto el rechazo de los diputados y senadores que siguen sin chistar sus designios?, ¿significará entonces un pretexto para que el ala dura de Juntos tampoco vote el acuerdo?. ¿Están los votos necesarios para evitar un rechazo que dejaría al país al borde de un default que todos juran querer evitar pero nadie parece dispuesto a ceder para lograrlo?.

La torpeza de Cerruti al referirse a la presidente del PRO Patricia Bullrich y sostener que su entredicho con la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidades, Elizabeth Gómez Alcorta, “son palabras que están a la altura de su habitual bajeza” no aporta a ninguna negociación o acercamiento. Por el contrario, parece una provocación con destino de ruptura…

Pero aún falta lo más importante: lo que llegará al Congreso será un simple «SI o NO». La documentación adjunta no es discutible reformable…ni comprobable. ¿Lo aceptará la oposición que ya dijo que no votará a libro cerrado?, ¿lo hará La Cámpora que avisó en el mismo sentido?.

Nada es lo que parece, porque nunca lo fue. Desde un principio el momento y el contenido de lo negociado se movió en el terreno de los buenos deseos, los amagues y la improvisación.

Ahora, llegada la hora de la verdad, todos los actores tienen elementos suficientes para mantenerse en su papel, no cambiar actitudes y convertir el tramo parlamentario en un verdadero show político mediático.

Con nosotros y el país como telón de fondo.