AL RESCATE DE LA DIGNIDAD HUMANA

Mirar al mundo sumergido en la violencia y a la sociedad universal avanzar aceleradamente en el  descreimiento, nos empuja a entender quienes son los responsables.

La década final de S XX será recordada como el tiempo en el que la corrupción explotó en la cara de la gente y en su onda expansiva abrió sus ojos para que pudiese observar hasta que punto un puñado de poderosos se había quedado con su destino.

Casos patéticos como los de Silvio Berlusconi en Italia o Carlos Menem en la Argentina no son más que la extravagante punta de un iceberg que tiene al poder financiero en su base, a la dirigencia política como expresión de ello y a una sociedad mundial empobrecida, segmentada y dividida entre los esclavos del consumo y los esclavos del hambre.

Los estallidos de EEUU en 2008 y de Europa un par de años después son prueba irrefutable de lo que decimos: a pesar de generarse en las fallas de ese mismo poder terminaron salvando a los responsables y «ajustando» a las víctimas.

Frente a este estado de injusticia se levantan hoy miles de voces que protestan y proponen, que alertan y señalan -entre las que seguramente destaca la del Papa Francisco, convertido cada vez más en un líder mundial de proyecciones aún inimaginables- tratando de evitar que la avaricia, la corrupción y el desenfreno lleven al mundo a generar su propio holocausto.

Ahora es el fundamentalismo islámico, mañana será el hambre que empuja a millones de personas a buscar alternativas para su vida infrahumana, y después…será lo que tenga que ser.

Si no logramos frenar la inequidad, si no podemos limitar el alcance de los poderosos, si no encontramos el camino para devolver dignidad a la vida humana, el S XXI será recordado por siempre como el de la violencia desatada. 

Algo que, ante la indiferencia de los que mandan, ya ha empezado a explotar.