Redacción – Al momento de dirigirse a la Asamblea la mayoría de los presentes se retiraron del recinto por lo que Alberto Fernández habló casi en soledad. Cambio de última hora en su discurso.
Más allá de lo que digan los voceros oficiales, la foto de la exposición de Alberto Fernández en la COP26 de Glasgow no deja lugar a dudas: al momento de su discurso la gran mayoría de los delegados se retiraron del salón dejando al mandatario en soledad.
La postal es representativa de una realidad que el gobierno se fuerza en desconocer y que además pretende ocultar a la ciudadanía a través de afirmaciones exageradas y una gran inventiva a la hora de comunicar la verdad de los hechos. Ni en Roma, durante la conferencia del G20 ni ahora en Escocia, en el trascendental encuentro por el cambio climático, Argentina y su gobierno han logrado el protagonismo que, vaya a saberse por que vericueto del relato y la imaginación, pretendían tener.
En la Ciudad Eterna debieron correr por los pasillos para cruzarse con el presidente Biden y el primer ministro francés Macrón. Y esos encuentros «casuales», de escasos minutos de duración, se convirtieron por obra y gracia de los comunicados oficiales en pretendidas reuniones bilaterales que, a la luz de las fotos conseguidas, eran de nula credibilidad para quien no estuviese distraído o quisiese ver otra cosa.
La foto que ilustra esta nota es suficientemente explicativa los la repercusión de la presencia del presidente en el foro escocés.
Y en cuanto al discurso de Fernández solo resta decir que se limitó a seguir la tendencia acordada por los países endeudados -de ninguna manera se trató de una postura ideada o liderada por la Argentina- con el agregado de haber sido la única nación del grupo que se negó a incluir al presidente de los EEUU en el reclamo de cambiar deuda por acciones climáticas. De hecho, el texto del discurso de Alberto Fernández fue corregido a último momento para no importunar al norteamericano.
En la versión oficial, previamente enviada a la prensa como es de estilo, existía el párrafo que decía textualmente: «Presidente Biden, colegas: necesitamos mayor flexibilidad para honrar esa deuda, en plazos y tasas. Estamos dispuestos a vincular parte de su pago a las imprescindibles inversiones en infraestructura verde”.
En el que leyó el argentino solo decía: «Colegas: Necesitamos mayor flexibilidad para honrar esa deuda, en plazos y tasas. Estamos dispuestos a vincular parte de su pago a las imprescindibles inversiones en infraestructura verde”. Biden había desaparecido como por arte de magia…
O tal vez, como dejaron trascender en las cercanías de la delegación argentina, para no importunar a quien se necesita para destrabar las negociaciones con el FMI que por estas horas han ingresado en un verdadero tembladeral del que será difícil salir si el país no acepta un profundo ajuste para el que el gobierno no parece tener ni vocación ni espalda.
La respuesta que por estas horas están dando los mercados exime cualquier comentario.
Así, entre soledades, corridas forzando encuentros y arrugadas de última hora, termina una desvaída gira que, más allá del relato de los voceros oficiales, debería servir para entender definitivamente en donde está parado nuestro país frente al mundo.
Al menos por aquello de «nunca es triste la verdad…lo que no tiene es remedio».