Beto Alonso, el que mantuvo viva la llama de los Panamericanos

Quizá no fue valorado en toda su dimensión. Y fue injustamente acusado en un pasaje de su vida pública. Dos veces presidente del Emder. También presidente de Nación. Siempre junto al deporte de la ciudad.

Por Vito Amalfitano (Diario La Capital)

Se fue un amigo. Norberto Alonso. A sus 74 años. Y la impotencia ante la muerte, de este lado es doble si no se pudo concretar el café cotidiano en este 2015 por esas urgencias absurdas con las que a veces cargamos.

Pero además del amigo se fue un hombre muy valioso para Mar del Plata. Quizá no valorado en toda su dimensión. Injustamente acusado en un pasaje de su vida pública.

Un hombre íntegro, pero a la vez pasional, aventurero, idealista, creador, emprendedor, siempre pensando más allá.

Seguro en unos días iba a recibir el llamado para el consiguiente café. Y seguro en ese café me iba a hablar de lo que se viene, la celebración de los 20 años de los Juegos Panamericanos 1995. Nadie en esta ciudad mantuvo más viva la llama de esa epopeya. Siempre, como presidente del Emder, Ente Municipal de Deportes, o desde el llano, se ocupó de que ese fuego siguiera encendido. De hecho fue el impulsor de homenajes, placas, y hasta el creador de una comisión que me brindó el honor de integrar para soñar con unos nuevos Panamericanos en Mar del Plata.

Fue dos veces presidente del Emder. Y en una de esas gestiones fue como el capitán del barco que saca agua en baldes mientras se está inundando, pero con tanta velocidad y voluntad que logra mantenerlo a flote. Porque le tocó maniobrar nada menos que en la crisis 2001/2002, y mantuvo para el Estado en las condiciones adecuadas el Complejo Panamericano, lo que era uno de sus desvelos.

«Estoy convencido del valor de la gestión del Estado, y por la solidaridad deportiva», decía. «El personal del Emder, que es clave, está consustanciado con esta filosofía. Son personas muy especializadas, y sacan adelante esto…», agregaba en medio del desastre en el que estaba inmerso el país.

Pero en esos tiempos de crisis, en los que todo se derrumbaba, además hasta se le animó a nuevos emprendimientos, a organizar torneos, como un Mundial de natación para discapacitados en abril de 2002.

En perspectiva, tres años después, me decía para LA CAPITAL: «Una satisfacción es haber salido de aquel pozo en el que estábamos inmersos en la crisis de 2001/2002. Fue un incendio que hubo que apagar. Con la ayuda del personal, esencialmente de obreros y técnicos, poco a poco fuimos saliendo…Ese primer año, el resto del 2002, fue de acumular problemas para solucionar todos los días. Hubo que gestionar muy fuertemente, estábamos desprovistos de todo, se habían consumido las pocas reservas que había. Todo era a futuro, se fue administrando la crisis con un grupo de gente que ayudó muchísimo. Una interrelación muy fuerte con otras secretarías, especialmente con el Emvisur, con Obras Sanitarias… Nos prestábamos y nos dábamos lo que tuviéramos en ese momento. Por ejemplo, el cloro de la pileta lo aportó Obras Sanitarias generosamente. Salimos adelante, y de tal forma salimos que en ese diciembre de 2002 ya hicimos el Mundial de natación para discapacitados, que fue un verdadero éxito. Después se aprobó el nuevo Emder, vino nueva gente, manejamos presupuesto propio, empezamos a trabajar con los espectáculos artísticos…»

Un día Norberto Alonso me sorprendió sentado en la primera fila de la sala de la Feria del Libro de Buenos Aires, en la presentación de mi libro de los mundiales. Había hecho 800 kilómetros en auto solo para acompañarme en ese momento. Así estaba con su gente y con las cosas y el deporte de la ciudad.

Empezaba todos los días. Con el deporte y en su vida. Y amaba a sus hijos, y sus mujeres, y a sus orígenes. Me contó con emoción ese viaje que finalmente pudo hacer a la tierra gallega, y me hizo viajar con él en cada detalle.

Como presidente del Club Nación, o desde el llano, también Norberto Alonso ayudó a recuperar un club y una cancha.

Y seguro, cuando lo interrumpió la más inoportuna, estaba soñando con esa celebración de los 20 años de los Panamericanos y con algún nuevo emprendimiento deportivo. Nos dejó Beto Alonso. Queda el legado de esa llama viva, que se recordará más que nunca en marzo próximo. El amigo se quedó sin el café. La ciudad se quedó sin un tipo que necesitaba.