CAÍDA LIBRE

Sin debate de ideas, sin autoridad moral, con «patrones de estancia» en vez de dirigentes, con sospechas de corrupción estructural. Con este perfil la política… ¿puede construir el país del futuro?

Lejos quedó el país de los debates alzados que hicieron historia; la Argentina de los grandes partido liberales y los monolíticos movimientos sociales. Nada vive aún de aquella nación que asombró al mundo con una institucionalización sólida y acelerada que permitió dejar atrás seis décadas de guerra civil.

La Constitución de 1853, que supo recoger la forma republicana de los Estados Unidos y el espíritu democrático de la Francia más luminosa, se convirtió sin embargo y rápidamente en un continente vacío del contenido real cuando la política -la más completa de las construcciones humanas- fue trocando en una actividad mentirosa, interesada y solo centrada en la búsqueda del poder y la riqueza personal.

Algunos dirán que fue aquel radicalismo irigoyenista que debía enfrentar a las corruptas y enquistadas instituciones conservadoras…

Los más señalarán al peronismo, a su desprolija irrupción en la vida nacional, a la creación de estructuras gremiales al servicio de una idea política y a la explosión del personalismo como expresión de una organización vertical y corporativa…

Todos coincidirán en la pérdida de la legalidad en manos de gobiernos militares que arrasaron con las leyes y las instituciones y educaron a varias generaciones de argentinos en el convencimiento de que era lo mismo votar que golpear las puertas de los carteles…

Todos tendrán un poco de razón…y nadie aportará la solución.

Porque sea por lo que fuese, el daño producido a la democracia argentina como esqueleto cultural de la república es por estas horas de una magnitud que por momento parece irrecuperable. Y la chatura y pobreza de la incipiente campaña así parece indicarlo.

Fuerzas fragmentadas, candidatos sospechados de buscar el amparo de los fueros para no ver en riesgo su libertad personal, carencia absoluta de propuesta e ideas y escasa atención social para exigirlas. La Argentina del «todos contra todos» está expuesta y de esa imagen nada bueno queda a los ojos del ciudadano.

Y la caída constante del país, a los ojos propios y extraños, se acelera en una pendiente que nos acerca día a día al abismo de la disolución. Triste pero imposible de ocultar…