Cambiemos de serenata: «Ahora no me conocés me borró tu ingratitud»

Por Adrián Freijo – Lo quieren esconder, sueñan con que la gente crea que es «de otro palo», pero la realidad indica que será difícil sacárselo de encima. Arroyo pasa factura apareciendo en la foto.

Vidal no quiere tenerlo cerca, Vilma desespera pensando en que la gente tome su candidatura como un referéndum de la gestión municipal, Bagnato reza para que el tijeretazo se produzca solo en Mar del Plata y no afecte la propuesta en la Quinta Sección.

Y todos saben que hoy, la figura de Carlos Arroyo es netamente «pianta votos». Pero nadie pudo evitar que se colara en la foto de lanzamiento de Campaña, aunque luego -de mala manera- lo corrieran del timbreo al que dedicaron el resto de la jornada. Ya en el cara a cara con la gente era aconsejable que «el hombre del piloto azul» no apareciese ni en figuritas.

Pero…¿es o no es Zorro Uno parte de la oferta de Cambiemos?. Por supuesto que si…

Un triunfo que le diese una mayoría automática en el Concejo -privilegio que hoy a perdido- le permitiría seguir adelante con sus disparates, continuar nombrando parientes y llevando a General Pueyrredón para el lado de sus caprichos y visiones sesgadas.

Cambiemos no puede borrar con el codo lo que escribió con la mano. Fueron Macri y Vidal los que eligieron a Arroyo y a Emiliano Giri para que representaran al espacio en la ciudad.

¿Porqué?, porque medía mejor y servía al objetivo de ganar la elecciones.

¿Se preocuparon entonces por saber si era idóneo?, ¿le preguntaron acerca de las medidas de su «plan secreto»?, ¿consultaron si llegaba al poder para acomodar su futuro y el de su parentela?. ¿Acaso le consultaron acerca de los nombres para integrar un gabinete que, se suponía, tenía que recuperar a una de las principales ciudades de la provincia que «había sido destruida» por la anterior administración?.

No…sumaba y era suficiente. Antes bien era bueno sepultar a Baragiola que, video mediante, ponía en controversia la imagen purificadora que la sonrisa de Vidal regalaba al universo político, aunque detrás suyo se escondiese la tortuosa historia de Cristian Ritondo y su sociedad con lo peor de la mafia policial.

Muchos fracasos y muchos escándalos después, agotado el sueño del «viejo profesor» honesto y aún sin digerir la foto de su heredero bajando esposado de un camión celular, estallados los escándalos de una casta familiar mediocre y prebendaria que se ha adueñado del municipio y sus negocios, todo se resume a recurrir -con la misma y escasa profundidad conceptual de entonces- a la figura que en aquel tiempo fue tirada por la ventana: la empeñosa Vilma Baragiola.

¿Porqué?….porque de nuevo el valor a preservar es el triunfo y no el concepto. Y dicen en La Plata que «Vilma paga».

Y ahí aparece Fiorini, con su eterna sonrisa peronista, massista, pultista, duhaldista, menemista y ahora macrista, buscando el carril que lo saque de boxes a tiempo para prenderse en la carrera…

Y desaparece Mauricio Loria, cuya cara de «yerno cobrador» no sirve ni para engalanar un afiche del «Vuelve De la Rúa»….

Y no existe Guillermo Arroyo, al que prefieren verlo en marquesinas con Mónica Farro estrenando «Que par de pájaros los dos» que cerca de Vidal y compañía…

Y suben y bajan figuritas como si se tratase de un juego infantil en medio de un bombardeo. Pero él…él siempre está.

Porque aunque no quieran, es parte. Y porque no siente que le haya fallado al proyecto, sino que está convencido que ninguno de esos «burros» -como calificó en su momento a Macri y Vidal– supieron entender que de su mano conocerían la gloria, aunque para ello tuviesen que aportar tan solo los centenares de millones que su pésima administración dejaba en rojo cada mes.

Y ahí estará…y se meterá…y aparecerá. No lo van a borrar tan fácil ni tan pronto.

¿Vilma es Arroyo?, ¿Arroyo es Vilma?….tal vez no importe ya. Ambos son parte de un juego mucho más perverso que los sube o los baja de acuerdo a las conveniencias electorales de un sector del poder que, como antes lo hizo el kirchnerismo, toma a Mar del Plata como «esa ciudad fracasada» que solo aporta muchos votos.

Con lo que concluimos que… el problema somos nosotros y a quienes votamos.