Cristina fue estrella de la remake de «Mentiras Verdaderas»

RedacciónUn montaje cinematográfico en el que todo sirvió para redondear una mentira gigantesca. Como dijo algún gracioso, «es como si Judas pidiera hablar en el Día de la Lealtad»

Todo era mentira; todo parte de un montaje que partía de una vieja convicción kirchnerista y que es aquella de que la gente es suficientemente estúpida como para mentirle, cambiarle el tono y el mensaje de acuerdo a las circunstancias, enrrostrarle una riqueza indignante sin que se de cuenta y volver como si nada sobre los propios pasos sin correr riesgo alguno de que se pida rendición de cuentas.

Cristina pasó por Mar de Plata haciendo gala de sus dos nuevos make up. El físico -lejos de sus costosas joyas y carteras y buscando una imagen de humilde matrona de barrio que la acerque a ese pueblo que hoy muestra su hartazgo con la corrupción que la convirtió en una de las mujeres más ricas del país- y el conceptual, con un discurso doliente, amplio y preocupado, que nada tiene que ver con aquellas furiosas peroratas en las que utilizaba la trajinada cadena nacional para burlarse del adversario, amenazar a los que se le oponían y enfervorizar hasta el odio a sus seguidores.

A lo que se le suma esta nueva costumbre -robada (cuando no) a las ideas que impuso el macrismo en la campaña que la eyectó del poder- que consiste en hacer subir al escenario a personas que, cegada por su adhesión a «la señora», dicen los más absurdos disparates sin pensar siquiera que del otro lado pueda haber alguien con memoria.

Como Hector, un fabricante de camperas que tiene un local sobre la avenida Juan B. Justo y que dio su visión sobre el estado actual de su rubro y de la ciudad. «Lamentablemente ha proliferado una cartelería en los frentes de los locales: liquidacion por cierre. Ya cerraron 26 locales en apenas tres cuadras», contó.

¿Se le pasó por la cabeza que esa cadena de cierres comenzó en 2011 cuando «su jefa» planchó el precio oficial del dólar, convirtió a la Argentina en el país 129 entre 142 en materia de competitividad y nos hizo invadir por textiles chinos y brasileros?. Es verdad que Macri nada hizo para mejorar la situación…pero o Héctor no sabe de que habla, o tiene muy mala memoria o como dicen en el barrio una «mala leche» a prueba de fuego.

O como Gabriel, el taxista que  reflejó el largo tiempo que debió pasar detenido en una parada para obtener un viaje de solo 10 cuadras por el que le quedaron nada más que $25. «Desde hace 18 meses esto pasa cada día más seguido», contó.

¿Se le ocurrió al buen hombre leer en los diarios que a la misma hora en la que él recurría a una compungida Cristina se conocía el procesamiento de sus funcionarios por la corrupción en la entrega de subsidios al transporte urbano de colectivos?, ¿acaso no pensó en preguntarle porqué durante doce años el kirchnerismo no subsidió el combustible de los taxis y, como hizo con los micros, le dio a cada patrón otro aporte cuando tomaba un empleado?.

La respuesta es muy sencilla: corromper a empresas de transporte es más sencillo que salir a hacerlo con titulares individuales de taxis. Entonces, que los micros nos dejen el retorno y los taxis se fundan.

¿O es que trabajaban más hace un año?…no es lo que decían cada vez que golpeaban las puertas del municipio para pedir aumentos.

O Mónica, la filetera que sin ponerse colorada dijo que «el puerto no es lo que era antes», aseguró y contó su desesperante situación actual. ¿No vio que lo estaba haciendo frente a la representante de un gobierno que sacó de todos los mercados mundiales a la Argentina y que generó la pérdida de más de 15.000 puestos de trabajo tan solo en la ciudad?…¿o de la empresaria que destruyó a Mar del Plata, con la complicidad del «distraído» Daniel Scioli, para beneficiar a los puertos patagónicos?.

¿Se olvidó Mónica que uno de los últimos decretos de su amada Cristina fue para beneficiar a las bases pesqueras del sur y casualmente «se olvidó» de nosotros?.

Podríamos seguir hasta el infinito. Argentina es hoy un ejemplo de las verdades a medias y las mentiras verdaderas. Ambas son utilizadas por la dirigencia para tratar de que olvidemos lo que realmente está pasando y lo que pasó.

Pero no es menos cierto que aquello de los «idiotas útiles» que arranca con quienes aceptaron ingénuamente constituír la Junta Grande que pretendía mantener los privilegios españoles y se hizo carne en cada una de las estaciones del fracaso argentino, sigue estando presente en la actualidad y asume ahora la forma de fanáticos a los que los candidatos ponen frente a una cámara para hablar sin pensar o mentir sin ponerse colorado.

El resto es guardar un tiempo las joyas, concentrar todo el odio y el autoritarismo en el «pelotudo» de Parrili y rezar para que la mala memoria de los argentinos haga otra vez su trabajo.

Porque si así se llegó y así se gobernó…¿porqué no se podría por el mismo camino volver al poder?.

Y después, cadena y cómplices mediante, decir que jamás se dijo o se hizo lo que todos escuchamos y vimos.