El exDT del seleccionado nacional cuenta de qué modo perseveró el jugador cordobés hasta hacer un lugar en las grandes ligas.
(Escribe Julio Lamas) – Tiene energía y un gran corazón; su valentía es extraordinaria. Hablar de Facundo Campazzo sin mencionar esos factores no permite comprender por qué explotó este año. No le tiene miedo a nada. Forjó ese coraje en el comienzo de su carrera. Siempre tuvo que demostrar las cosas dos veces. Le pasó cuando empezó a destacarse en las divisiones menores. Muchos dudaban de que, debido a su estatura más bien modesta para las exigencias del básquet, pudiera jugar en la Liga Nacional . Cuando lo logró, la pregunta fue si, con esa talla, podría mantenerse y destacarse en la competencia. La respuesta está a la vista.
Este pequeño que juega a lo grande se llevó por delante la competición argentina. Se convirtió en el mejor jugador de la Liga en los últimos dos años. También se hizo un lugar en el seleccionado argentino. Se lo ganó para los Juegos Olímpicos de Londres , en una función de jugador revulsivo. Al año siguiente, fue titular y ahí apareció nuevamente el interrogante: con esa estatura, ¿podría sobrevivir en el plano internacional? Otra vez el espíritu y la fuerza que lo impulsaron, además de la potencia física que lo hace un jugador muy veloz y contundente, fueron argumentos incuestionables. Esos que lo llevaron a estar en el quinteto ideal en el Torneo de las Américas. Y así se fue a jugar a Europa, al Real Madrid. Siempre ha tenido que demostrar su capacidad. Se ha convertido en un hábito tener que hacerlo. No lo incomoda. Se ha formado así.
Tiene en su naturaleza la rebeldía como bandera que le permite enfrentar situaciones adversas. Cuando era chico supo qué era tener una necesidad y eso lo tradujo en el deseo de sortear dificultades. Por eso arribó a lugares que eran en principio impensados para él. Porque cuando alguien se atrevió a desafiarlo, a establecer una duda, Facundo respondió con su espíritu de lucha y capacidad de superación. Su inteligencia supera lo esperado. El deseo por mejorar permanentemente ha hecho que se convierta en una persona dispuesta a escuchar. Eso lo impulsó a agregar conocimientos a su juego y, de esta manera, le sumó una cuota de superación a su costado profesional, con la alimentación, el cuidado personal, el entrenamiento extra.
Cultiva algunos aspectos intelectuales para seguir creciendo y completando su desarrollo como jugador y como persona. Eso lo eleva por encima del resto.
Quizá para comprender mejor qué es Facundo Campazzo, vale contar que en 2013 todavía no podia volcar el balón. Pero gracias a la mejora física comenzó a llegar un poco más alto y se puso a trabajar para alcanzar el objetivo. Entonces, todos los días, al finalizar el entrenamiento, se quedaba intentándolo. Algunos le gastaban bromas y sonreían, y con esa sonrisa parecían querer decirle que nunca lo iba a poder hacer.
Pero siguió y siguió. Entonces, en un entrenamiento, en Puerto Rico, antes de viajar al Sudamericano de Caracas, volcó el balón. Estaba content porque lo había intentado cien veces y al fin lo había logrado. Unos días después, en el torneo oficial, el día en que nos clasificamos para el campeonato del mundo, ante Canadá, robó una pelota y la volcó en el partido. En medio del juego con Canadá, cuando lo consiguió, me miró con un gesto que intentaba decirme: «¿Viste? La volqué». Hay momentos que pueden darle un nuevo impulso a una carrera.
Yo no le di mucha importancia, porque cuando lo hizo todavía estábamos tres puntos detrás y no teníamos la clasificación. Por eso cuando terminó el partido, tras el triunfo, entramos al vestuario y me volvió a mirar con la misma expresión. No es casualidad todo lo que le sucede a Facundo. Su espíritu de competencia es un sello distintivo. Es aceptado por todos, tiene el respeto de sus pares y eso no lo consigue cualquiera. Contagia, da la vida por cada pelota, sin importarle si es en una práctica o en un juego. Cuando todas estas cuestiones se fusionan, la llama sigue encendida. Eso le quema, lo hace arder en su deseo por ser mejor cada día. Es algo que conserva por fuera del básquetbol. Es un joven que ha tenido la posibilidad de superarse en su vida socioeconómica, de crecer en el deporte.
Facundo lee, escucha a los mayores, se instruye. Ha tomado muy fuertemente a la posibilidad que le dio la vida para crecer. Es auténtico. Con sus valores, su energía y contracción al trabajo, ha conquistado a todos.
Por eso Facundo ahora puede disfrutar de muchas de las cosas por las que luchó tanto. Llegó al club más fuerte del mundo por fuera de la NBA. Los valores y las herramientas que tiene son su motor. Como decía Alfredo Di Stéfano, «para jugar en el Madrid hay que tener alma». A él le sobra. Es todo corazón, su crecimiento es permanente. Va a jugar en la NBA porque el estilo de juego Americano le puede quedar más cómodo que el europeo. Nada lo detiene. Con eso también marca la diferencia, más allá de las cuestiones estratégicas. Es un pequeño que juega como un gigante.
Fuente: La Nación