Cistina juega sus cartas con la viveza de los grandes fulleros, pero tiene enfrente un Scioli acostumbrado a dominar el gesto de quienes no muestran su juego.
La lucha interna en el Frente para la Victoria amenaza no tener tregua. Los constantes ataques que recibe Daniel Scioli parecen marcar el desprecio que el kirchnerismo de paladar negro tiene por el gobernador, al mismo tiempo que ponen a prueba esa paciencia inagotable que muestra el ex motonauta, muchas veces más allá de la lógica.
Cristina en tanto coquetea con la candidatura de Florencia Randazzo, en una pulseada de largo aliento con Scioli. Espera poder quebrarlo para imponer en las listas nacionales y seccionales tantos candidatos propios como haga falta para continuar manejando los hilos del poder desde afuera de la Rosada.
¿Lo conseguirá?, ¿logrará vencer la paciente resistencia del bonaerense?. En las cercanías de éste dicen que ya tiene asumido que deberá entregar la confección de las listas a Cristina, pero que apuesta a la vieja historia que dice que en el peronismo todos son leales a quien habita en el centro del poder.
En buen romance Scioli supone que los “cristinistas” de hoy, aún ungidos custodios del kirchnerismo por la propia Presidente en las próximas elecciones, poco tardarán en saltar al “danielismo” cuando su creador sea el dueño de la lapicera.
Sólo una cosa preocupa a este Job de la política vernácula: sospecha con alguna razón que el verdadero acuerdo de cara al futuro, Cristina lo tiene cerrado con Mauricio Macri.
A todos sorprende que ambos han cesado en los ataques individuales y todos suponen que para el núcleo duro que se mueve en torno a “la doctora” parece ser más tentador tener al actual jefe de gobierno condicionado con el voto de los legisladores peronistas que correr el riesgo de que muchos terminen corriendo a los brazos de un nuevo líder dentro del propio espacio.
Macri sin el apoyo peronista en las Cámaras correría el riesgo de terminar como Fernando de la Rúa, algo que es impensado para un gobierno del PJ aunque el mismo lo encabece un Daniel Scioli al que no miran con buenos ojos ni los históricos ni los progresistas.
Demasiado juegos de poder, demasiados cruces y demasiadas especulaciones. Síntoma ineluctable de un peronismo que atraviesa un período de metamorfosis que se parece en mucho a la extinción, si tomamos como punto de partida las bases del movimiento histórico fundado por Juan Domingo Perón.
Habrá que esperar que pasen las semanas, las cartas vayan siendo jugadas y los tahúres que las barajan demuestren hasta que punto tienen los nervios templados para encarar el juego.
Mientras tanto asistimos a un póker que pretende semejar un ajedrez