Carlos Arroyo: un cineasta con escenario y sin libreto

Por Adrián FreijoMuchas veces no importa un elenco rutilante o un director consagrado, Si no se entiende lo que el espectador espera o se estrena en un mal momento el fracaso está asegurado.

Paul Newman, Susan Sarandon, Gene Hackman, James Garner eran solo algunos de los nombres que ofrecía como protagonistas el film Al caer el sol (1998), dirigido por otro consagrado como el cineasta Robert Benton creador de éxitos inolvidables como Kramer vs Kramer, The Late Show, En la quietud de la noche, Las cosas de la vida o La piel del deseo y en el que la Paramount invirtió una millonada de dólares.

Sin embargo, y contra toda lógica, la película fue un fracaso de público y crítica.

¿Qué había ocurrido?, nada nuevo en el mundo del cine: nunca la presencia de figuras rutilantes o directores laureados garantizan el éxito; son muchas otras las cosas que deben equilibrarse para que la gente compre una película y la crítica la considere lo suficientemente buena.

Vivien Leigh, la casi desconocida actriz que se eligió para protagonizar «Lo que el viento se llevó» es un ejemplo claro de lo que decimos. En el camino habían quedado primeras figuras del cine de entonces como Susan Hayward, Lana Turner, Joan Bennett, Jean Arthur,Leslie Howard, Anita Louise y la finalista Paulette Goddard, quien estuvo a punto de conseguir el papel. ¿Hubiesen garantizado con sus nombres un éxito mayor al conseguido por el film más visto en toda la historia del cine mundial?. Seguramente no; la química entre la elegida y Clark Gable y la interpretación única de Leigh fueron la mezcla justa que el éxito necesitaba. Y así ocurrió.

Carlos Arroyo quiso constituir un gabinete de lujo y con nombres rutilantes: Vilma Baragiola, Julio Razzona, el Toty Flores, Alejandro Vicente -para plantar bandera con el explícito apoyo del ex intendente Daniel Katz– , José Cano y varios más. Sin embargo todo terminó en un estruendoso fracaso y en la sensación de una administración partida al medio, sin una dirección acorde y lo que es peor sin un argumento que contar.

Quiso ser un film de acción y quedó a mitad de camino con el «Desembarco en el Hermitage»; probó por el culebrón y no logró que nadie le creyese el abandono al que lo sometían Macri y Vidal; probó con las historias de familia y el público se cansó muy pronto del argumento de «La herencia recibida».

Ya en problemas encaró para el lado de la ciencia ficción con el desembarco extraterrestre de Agustín Cinto; pero el escaso presupuesto de producción que trajo el «invasor» convirtieron lo que iba a ser una superproducción de nivel nacional en un film clase B sin sala ni audiencia.

Y para completar, chocaron extras, técnicos, aplaudidores, actores de reparto, iluminadores y hasta carameleros. Todo mal.

Pero lo único que el intendente no puede (ni debe) hacer es bajar la película de cartel. En la historia del cine mundial hay demasiados ejemplos de filmes que fueron un verdadero fracaso de taquilla y sin embargo con el tiempo lograron ser considerados como clásicos del Séptimo Arte. “Citizen Kane” (1941), la inolvidable obra que tuvo como directos y protagonista a Orson Welles  fue un a de ellas.

Y ciertamente vale recordarla ya que  la carrera de Kane en la industria editorial nace del idealismo y del servicio social, pero evoluciona gradualmente en una implacable búsqueda de poder. Algo así como crecer y ser reconocido como un maestro respetable, ser llevado al gobierno como premio a esos valores y, una vez en él, encapricharse en autocracias, internas y vanidades.

Si Arroyo pone una pausa a toda la locura que lo rodea, recuerda de donde viene y recupera la claridad para saber a donde la gente le pide que vaya, puede convertirse en un factor de unidad antes que en un fomento de discordias.

Deje que radicales y macristas se peleen por migajas de poder o negocios marginales, abandone a su suerte a tanto mediocre con vocación de gloria efímera, póngase frente a ese aula con ganas de entender que se llama «ciudadanía» y con la misma paciencia de sus años de maestro explique hacia donde va y como es que piensa llegar.

Córrase…deje que los caranchos choquen en su ceguera; no permita que se lo lleven puesto. No deje que le armen elenco ni le impongan libretos; mucho menos que quieran dirigirle la escena.

Y sobre todo, entienda que el tiempo se agota, el sol se pone y la noche llega como siempre inexorable.

No apure la ausencia de la luz.