El informe que muestra los brutales métodos de interrogación de la CIA ha despertado una ola de indignación. Para Obama además fueron además ineficaces.
La CIA mintió deliberadamente al Congreso de Estados Unidos y al entonces presidente de ese país George W. Bush con respecto al uso de torturas a sospechosos de pertenecer a la organización terrorista Al Qaeda. Fue un programa de violación de los Derechos Humanos «brutal», y «profundamente erróneo».
Ésa es la principal conclusión del informe sobre las llamadas «técnicas de interrogación reforzadas» realizado por el Comité de Inteligencia del Senado de ese país. El informe echa fundamentalmente la culpa de las torturas masivas puestas en práctica por Estados Unidos tras los atentados del 11-S a la CIA. Según primeras filtraciones, llevadas a cabo por el propio Comité de Inteligencia del Senado, el documento sostiene que ninguna de las torturas sirvió para identificar una amenaza a Estados Unidos. También afirma que en el año 2002 la CIA descartó informar a George W. Bush acerca del programa de interrogatorios, y que la agencia de inteligencia estadounidense estuvo fundamentalmente improvisando sobre la marcha acerca de cómo tratar a los detenidos de Al Qaeda.
La Casa Blanca se negó ayer lunes a declarar si las torturas habían ayudado o no para descubrir a Osama bin Laden, que murió en Pakistán en una operación de las fuerzas especiales de Estados Unidos el 1 de mayo de 2011.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha declarado que «algunos de los actos llevados a cabo son contrarios a nuestros valores». Obama añadió que el programa de interrogatorios de la CIA «ha causado un daño significativo» a Estados Unidos.
El estudio se centra en los interrogatorios a 119 presuntos miembros de Al Qaeda mantenidos en cárceles fuera de EEUU. Su principal promotora ha sido la senadora demócrata Diane Feinstein, que preside el Comité de Inteligencia del Senado.
El informe consta de 6.700 páginas, de las cuales menos del 10% son públicas. El resto son documentos teóricamente secretos cuya publicación podría afectar a la seguridad nacional de Estados Unidos. Para elaborarlo, el Comité de Inteligencia del Senado ha examinado 6,3 millones de documentos.
Una de las cosas más controvertidas del informe es el nombre de las personas que torturaron. El documento no cita a ningún agente que estuviera específicamente involucrado en esos actos por su nombre, sino que recurre a seudónimos. A práctica ha sido criticada por algunos, que afirman que en realidad no será un impedimento para la identificación de esos individuos.
El informe tiene también un cierto componente de guerra burocrática: la CIA está operando en Estados Unidos prácticamente como un Estado dentro del Estado, al margen tanto de la rama ejecutiva del Gobierno (la Casa Blanca) como de la Legislativa (el Congreso). En este sentido, la propia senadoraDianne Feinstein ha convertido el informe en una cierta venganza personal.
En 2013, la senadora defendió a capa y espada el espionaje electrónico llevado a cabo por la agencia de seguridad Nacional (NSA, según sus siglas en inglés). En 2014, sin embargo, Feinstein sufrió poco menos que un sofoco cuando se enteró de que la CIA había estado espiando sus ordenadores y los de su equipo e incluso alterándolos para distorsionar el informe que hoy ha sido presentado.