Crece la tensión y Hong Kong evoca el espíritu de Tiananmen

Al Gobierno local de Hong Kong le salió por la culata el permiso que concedió a la policía para usar gas lacrimógeno y gas pimienta contra los manifestantes prodemocracia el domingo. Este lunes, desafiantes, muchos más manifestantes que en días previos —100.000 según los organizadores— ocuparon las principales arterias de la ciudad

Pero sin apenas presencia de fuerzas antidisturbios, por orden del jefe del ejecutivo, Leung Chun-Ying. Una victoria para los ciudadanos, aún airados por lo que consideran que fue un uso desproporcionado de la fuerza pero que también declaraban su satisfacción por haber logrado hacerse con la calle, en una evocación del espíritu de los sucesos de la plaza de Tiananmen en 1989. En aquella ocasión las protestas multitudinarias en Pekín fueron duramente reprimidas incluso con tanques.

El ambiente era muy diferente de las tensiones de los días previos. Decenas de miles de hongkoneses, en su mayoría jóvenes, abarrotaban las calles en el centro de la excolonia británica en actitud festiva. Algunos habían pasado allí la noche, durmiendo sobre el suelo. Muchos habían traído bocadillos y bebidas, y se sentaban sobre el asfalto en una suerte de romería laica. Otros, los más cercanos a la sede del Gobierno local —junto a la cual habían tenido lugar las peores cargas policiales— sin espacio para sentarse, permanecían de pie mientras coreaban eslóganes. Muchos reconocían que no hubieran acudido sin la represión policial previa.

Los manifestantes están perfectamente organizados. Han establecido puestos de primeros auxilios, numerosos puntos de suministro gratuito de comida, bebidas —imprescindibles en la aglomeración bajo temperaturas superiores a los 30 grados— y los productos básicos para hacer frente a las cargas de gases policiales: toallas, plásticos, mascarillas… Muchos voluntarios llevan bolsas de basura para recoger escrupulosamente cualquier desperdicio. Los desechos se separan para su reciclaje. Las áreas de césped con el cartel “no pisar” permanecen inmaculadas. Pese a la muchedumbre, nadie pone un pie encima ni arroja allí una botella vacía.

La figura más impopular, con diferencia, es la de Leung. “Leung Chun-Ying, ¡dimite ya!”, es el eslogan más coreado de la concentración, por miles y miles de voces al unísono. Una careta gigante del jefe del Gobierno con colmillos recibe los mayores abucheos de la noche. Alguien, con un macabro sentido del humor, ha erigido frente a un autobús transformado en puesto de primeros auxilios un altar del tipo que en la cultura china se reserva a los muertos, con velas, incienso y ofrendas de frutas, y el lugar de honor en el conjunto se le ha reservado a una foto del líder del Ejecutivo, bajo el lema “Vergüenza, Leung”.