Federico Hooft no cometió delito alguno cuando grabó la escandalosa confesión del fiscal Kishimoto

(Escribe Adrián Freijo) – El fiscal Pablo Larriera tocó las cumbres de la mala intención cuando pretendió que se procesara al Dr. Federico Hooft, hijo y co defensor del juez Pedro Federico Hooft, por haber cometido un ilícito al grabar la recordada conversación con el también fiscal Claudio Kishimoto en la que éste reconocía que la causa contra su padre era «un gran verso» armado por quienes buscaban vengarse del magistrado.

Aún perteneciendo al muchas veces formalista mundo de la Justicia, Larriera debió priorizar la gravedad de las afirmaciones de su colega y no buscar la persecución de quien hizo uso de métodos heterodoxos pero de ninguna manera criminales para llegar a aquello que hasta ese momento se le negaba en la sede judicial: la verdad.

Porque es claro que a partir de aquella grabación -que escandalizó a una sociedad que ya sospechaba de la maniobra contra un juez al que la inmensa mayoría de los marplatenses respeta y valora- las cosas cambiaron. Los desatados portadores de un odio cerril que ya había traspasado los límites de la grosería jurídica como nunca antes se había visto en el Departamento Judicial mar del Plata, comenzaron a andar con pié de plomo, cuidarse en sus movimientos y a apartarse de un escenario que con la verdad revelada por uno de sus protagonistas principales (Kishimoto era quien impulsaba la acusación contra Hooft) ya no era el de la impunidad que necesitaban para sus oscuros fines.

El resto de la historia es bien conocido. El jury de enjuiciamiento absolvió por una mayoría apabullante al juez y desde entonces los embates de sus enemigos, aún vigentes, entraron en un cono de sombra propio de quienes temen que las cosas ya no sean tan fáciles como antes.

El intento de procesamiento de Federico Hooft fue tal vez el último arranque de odio y búsqueda de confusión.

Y una vez más aparece la figura del Dr. Alfredo López, valiente y sin compromiso con ninguna otra cosa que no sea la justicia, para abortar esta maniobra de pacotilla que sólo pretende esconder aquello que todos deseamos saber: quienes son los que, al decir de Kishimoto en la grabación, urdieron la maniobra tendiente a condenar a un inocente por delitos que jamás cometió.

Saberlo es necesario para que esta ciudad vuelva a confiar en una justicia federal manchada por los dichos del fiscal. Y también recuperar el perdido respeto por organismos supuestamente defensores de los derechos humanos que son sin embargo capaces de este tipo de maniobras propias de las peores dictaduras conocidas.

Mientras tanto la absolución de Pedro Federico Hooft en el jury y de su hijo Federico en esta causa, lanzan un soplo de aire fresco en un momento en el que todos sentimos el agobio de la pérdida de libertad, la corrupción y el uso obsceno de valores superiores para construir mentiras y perseguir a inocentes.

Un fallo ejemplar, que llega en el momento justo.