Cristina trabaja sin descanso para limitar el poder de su sucesor

Hay dos países: uno clientelar, sin otra posibilidad que estirar la mano, y otro productivo que no quiere desentenderse de los pobres pero quiere dejar de trabajar para sostenerlos en ese estado.

La jefa de estado sabe que en lo formal su poder termina el 10 de diciembre. Y sabe también que en el peronismo ha sido históricamente imposible evitar que quien tiene el ejercicio del gobierno quiera también tener el monopolio de ese poder que a ella formalmente se le escurre.

Por eso trabaja día y noche para lograr que los más leales queden enquistados en el corazón de la próxima administración con el mandato de lograr, cuanto antes sea posible, su propio retorno a la escena nacional.

Juega a su hijo, arma listas, condiciona candidatos, compra voluntades -en el conurbano por kilo y sin envase- amenaza con carpetazos, negocia en las sombras; en fin, todo lo que le sirva para esa omnipresencia que necesita como el aire para respirar.

Teme traiciones porque sabe que estarán al orden del día; pero se esperanza pensando que su sucesor no dispondrá de tantos fondos para comprar adhesiones si no quiere que el país le estalle en las narices como ella misma necesitaría paraintentar una vuelta anticipada.

Si el próximo presidente es sobrio en el manejo de los fondos públicos, los «necesitados» de Cristina harán lo necesario para tener pronto de vuelta a este raro Papá Noel con polleras.

Si por el contrario sigue con la fiesta del «te doy todo a cambio sólo de la lealtad», la economía nacional llegará rápidamente a la dramática encrucijada que la razón siempr eimpone ante el manejo caprichoso de los números.

Y para ello trabaja, peronista al fin, convencida de que lo único que importa es el ejercicio pleno, y hasta abusivo, del poder en beneficio propio.