Con tantas expectativas como escepticismo la mandataria encara su segundo término sabiendo que tiene por delante el desafío de combatir la corrupción.
«Nunca crecieron tanto las clases medias como en mi primer mandato y durante los maravillosos gobiernos de Lula Da Silva. El pueblo brasileño ha comprendido los nuevos tiempos y no hay vuelta atrás», aseguró la mandataria ante los aplausos de los legisladores presentes en la ceremonia de asunción.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, juró el cargo para iniciar su segundo mandato de cuatro años y lanzó un nuevo lema para su Gobierno: «Brasil patria educadora». La idea, explicó, es elevar el nivel de educación de todos los sectores de la población y llevarlos a una educación de calidad. Y dijo que lo costearían con el fondo social del petróleo.
Llegó al Congreso Nacional a bordo de un vehículo sin capota para poder saludar al público que acudió a Brasilia para presenciar la ceremonia de investidura.
«No tengo miedo de enfrentar la lucha contra la corrupción. Los brasileños quieren más transparencia, más salud, más educación e igualdad. Sé que no lucho solo, estoy con mi compañero el Vicepresidente y cuento con todos los legisladores», aseguró Rousseff.
La jefa de Estado, vestida con un traje de falda y chaqueta clara y acompañada por su única hija, hizo, de pié en el vehículo y saludando al público, un recorrido de cerca de un kilómetro entre la Catedral de Brasilia y la sede del Legislativo.
Entre otras promesas y proyectos de ley, así como cambios tributarios, la mandataria prometió «un sistema universalizado de banda ancha con acceso a Internet para todos».
La caravana de la mandataria fue encabezada por motociclistas y escoltada por la caballería del Batallón de la Guardia Presidencial, que marchó al ritmo del Rolls Royce «Silver Wraith» sin capota de la Presidencia brasileña, un vehículo que fue donado a Brasil por la reina Isabel II de Inglaterra en 1953 y es utilizado exclusivamente para la ceremonia.
En la sede del Congreso, al que entraron tras caminar por la alfombra roja extendida en una rampa, Rousseff y su vicepresidente, Michel Temer, fueron recibidos por el presidente del Senado, Renan Calheiros, y por el titular de la Cámara de Diputados, Enrique Eduardo Alves.
En el palacio legislativo, la mandataria de 67 años que fue reelegida en octubre pasado como candidata del Partido de los Trabajadores (PT), se dirige al plenario de la Cámara de Diputados, donde jura el cargo.
A la ceremonia de investidura asisten los presidentes de Bolivia, Chile, Costa Rica, Paraguay, Uruguay y Venezuela, así como los vicepresidentes de China, Estados Unidos y Argentina -en esa orden los mayores socios comerciales de Brasil- y delegaciones de otros 70 países.
En medio de los desafíos que le esperan en los próximos cuatro años, incluyendo un escándalo de corrupción en la estatal Petrobras y un prometido y duro ajuste fiscal para enderezar la desacelerada economía, la investidura no tuvo el clima de fiesta popular prometido por el PT, que había planeado contratar autobuses para llevar a unas 30.000 personas hasta la Explanada de los Ministerios.
Un número muy inferior a ese se distribuyó por puñados en todo el recorrido de la Explanada con dos concentraciones un poco mayores frente a la Catedral y frente al Palacio de Planalto.
Luego pondrá en funciones a los 39 ministros de su nuevo gabinete, posará para la fotografía oficial de la investidura y se dirigirá al cercano Palacio de Itamaraty, sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, donde será ofrecido un cóctel para las autoridades extranjeras y otros cientos de invitados, con el que se pondrá fin a las ceremonias.
En Itamaraty la mandataria tendrá una reunión privada de diez minutos con el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, y otra con la directora general de la Unesco, Irina Bokova.