Redacción – «Eran como mil indiecitos» debería llamarse la novela de Carlos Arroyo. Y siguen cayendo, uno a uno, aunque en esta trama todos saben que el mayordomo es Zorro Uno.
Otra baja, y otra vez tan intempestiva como las anteriores. Y afectando a uno de esos funcionarios que se suponían del riñon del jefe comunal.
Hoy se supo que Miguel Grassi Muñoz, el Director General de Tránsito, será desplazado y pasará así a engrosar la larga lista de colaboradores que han ido cayendo en desgracia -generalmente sin que se conozca la razón de tal circunstancias- desde el inicio mismo del tambaleante gobierno de Cambiemos.
¿Qué ocurrió en este caso?, los trascendidos hablan de un ramalazo del escándalo generado por aquella presentación de Ford que a juicio del intendente fue autorizada irregularmente y que ya arrastró a otros miembros del gabinete. Aunque también hablan de roces dentro del gobierno por la forma en que Grassi Muñoz encaraba la resolución del tema Tránsito y algún rechazo por parte del personal de la dependencia por un nuevo traslado de sede, del que se habría hecho eco y por lo que habría despertado la ira de Arroyo, nada propenso a recibir siquiera sugerencias por parte de sus colaboradores.
Lo que a nadie escapa es que este no era el mejor momento para tomar la decisión. A horas de las elecciones, y con una gestión desgastada hasta la agonía sobre la que ya se ciernen versiones de final para los próximos tiempos, un nuevo cimbronazo era lo menos conveniente e inteligente.
Pero parece que Arroyo es un despedidor serial, que disfruta tirando funcionarios por la ventana y que poco interés tiene hoy por lo políticamente correcto ante el sonoro desprecio que Cambiemos, sus dirigentes y candidatos, ya no ocultan hacia su persona.
Y como los Chalchaleros -aquellos de la interminable despedida- seguirá cantando «si te vas, quiero verte partir, saber que te has ido»..
Mientras mira de reojo a la próxima víctima de su alocado perfil napoleónico.