El Concejo que viene nace al ritmo de una canción de Carlos Gardel

Por Adrián FreijoLa nueva conformación nace en un momento de cambio en el país y ello repercutirá en los alineamientos allá por mediados de 2018. Donde están y adonde van los concejales.

La alianza Cambiemos hace agua por algunos rumbos que se han abierto (¿o reabierto?) en el casco. Nadie puede hoy apostar que los radicales llegarán unidos al momento de empezar a definir candidaturas para el 2018 y ni siquiera que si ello ocurre todos van a querer que Vilma Baragiola, auténtica ganadora de las elecciones de medio tiempo, sea la elegida.

Muchos de ellos, aún algunos del katzismo residual que abrigan esperanzas de calzarse el traje de elegible -con el ex intendente a la cabeza, aunque se empecine en negarlo- prefieren ceder el paso a las ambiciones de Maxi Abad que sostener a quien ha sido sistemáticamente su adversaria dentro del partido. Y por esas cosas de la política cuentan con el inapreciable apoyo de María Eugenia Vidal que, aunque prefiera colocar en el casillero a uno propio, también se inclinaría por el legislador que le ha demostrado cercanía y capacidad de diálogo.

Ocurre que ese propio, al menos por ahora, no aparece en el horizonte.

Franco Bagnato, al que seguramente van a utilizar para el amague, no tiene voluntad ni vocación de pelear la intendencia; bastante pesado se le va a hacer al conocido locutor ocupar una banca en la cuna y centro de lo peor y más pesado de la política bonaerense como es la Legislatura. Allí donde reinan punteros, barras bravas y todo tipo de cachivaches de la vieja runfla que convirtió al distrito en cuna de la corrupción y la violencia.

Juan Aicega, quien sería visto con buenos ojos por Macri, Rodriguez Larreta y su mesa chica, no termina de sentirse cómodo en la arena política y prefiere el lugar del poder detrás del trono que hasta el momento le ha sido ciertamente ventajoso.

El «arroyismo» puro ingresa junto con la declinación de su fundador en un terreno de realismo mágico que sin embargo no puede ocultar que es una realidad política sentada sobre un triunfo electoral que, aún imposible de repetirhoy, le permite amagar puñaladas traperas con candidaturas tan disparatadas como la de la reelección del actual jefe comunal o la aún más insostenible de su inestable hijo Guillermo, célebre por muchas cosas menos por su capacidad política, de diálogo y de equilibrio.

Para un juego tragicómico el anuncio de Carlos Arroyo en el sentido de quererlo como heredero puede ser útil para salir con algún grado de elegancia del atolladero actual; pero no da para mucho más.

LA OPOSICIÓN

Muchos rezan en el sector del FPV para que se haga cierta aquella humorada del fundador cuando sostenía jocoso que «¿peronistas?…peronistas somos todos».

Y es que tras las reiteradas derrotas, sin una conducción clara a la que todos remitan -por más que aún muchos juren lealtad a Cristina mientras «conversan» con otros compañeros- no es muy seguro, ni siquiera posible, que los fragores internos no generen un estado deliberativo permanente. Y eso abre la puerta a un cruce de posibilidades que solo se resolverá cuando la interna partidaria defina quien representa, quien comanda y sobre todo que es el peronismo en la Argentina que viene.

Porque en el bloque que amanecerá el 10 de diciembre solo hay un par que aún están dispuestos a representar una facción minoritaria como será el ultra cristinismo y muchos más los que ya miran de reojo los lugares que puedan quedar disponibles en la tan mentada unidad justicialista. Nada nuevo bajo el sol, pero con signos de interrogación abiertos.

No son pocos los observadores que sostienen que «en el arroyismo hay peronistas puros (de hecho el propio intendente lo ha afirmado más de una vez) y no hay que descartar que a la hora de un nuevo pan-justicialismo los enemigos de hoy comiencen a acercar posiciones».

Tal vez cuando se conozcan candidaturas y listas para la interna partidaria esto quede más claro. Sobre todo si aparecen algunos nombres que hasta no hace tanto tiempo abrevaban en las aguas de una Acción Marplatense implosionada que hoy tiene tres sectores bien definidos: los pultistas, que aún menguados siguen siendo mayoría, los que buscan un acercamiento a Cambiemos, con Santiago Bonifatti a la cabeza, y los que en la interna partidaria acompañaron la candidatura de Juan Rey, cuyas simpatías con sectores del kirchnerismo nunca fue ocultada.

Todo parece indicar que el equilibrio en ambos bloques -FPV y Acción Marplatense- será tenso, difícil y con varios de los miembros preparando la garrocha para buscar la otra orilla sin riesgo de ahogarse en el intento.

No escapa a esta situación de dependencia del orden general lo que pueda pasar en el campamento del Frente Renovador. Es claro que si hay una recomposición del peronismo y Graciela Caamaño juega en ella un rol fundamentel -lo que es un secreto a voces- la recientemente electa concejal Mercedes Morro va a tener que rumbear para ese lado.

Con su compañero de ruta Ariel Ciano han logrado una cohabitación que hasta el momento resiste las diferencias personales y aún ideológicas, pero nadie ignora que dificilmente el Cholo acepte sumarse al peronismo.

La idea de ambos es dejar que el tiempo decante, que la realidad vaya marcando el paso y mientras tanto crecer cada uno en lo que es su objetivo primario: Ciano en posicionarse como una opción en 2019 y Morro en convertirse desde su banca en referente de la tan golpeada situación de los trabajadores marplatenses y de la clase pasiva. Ambos creen que el espacio de convergencia es suficiente por el momento aunque saben que la propia realidad lo irá angostando.

Así las cosas, el 10 de diciembre nace un Concejo de inestabilidades políticas, especulaciones, internas y sobre todo de una tensa espera para saber como se acomoda la realidad.

Por ahora todos caminan por los pasillos rearmando espacios físicos, prometiendo diálogos fructíferos…y cantando por lo bajo aquello de Carlos Gardel que decía «hoy un juramento, mañana una traición…amores del Concejo, flores de un día son».