El gobierno canta «soñar y nada más, con mundos de ilusión»

RedacciónTratar de cambiar la realidad con una ley es propio de quien no sabe como gestionarla. Y hasta una buena idea puede terminar convertida en un anuncio tan rimbombante como vacío.

 

El presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, anunció que mañana ingresará un proyecto de ley para convertir los planes sociales «en trabajo genuino», con impacto en diversas actividades de la economía nacional que se están reactivando.

«Mañana ingresaremos la ley que convierte los planes sociales en trabajo genuino para salir de la emergencia del plan y construir un puente hacia el trabajo para casi un millón de argentinos y argentinas», publicó Massa aunque no incluyó los detalles del proyecto.

A su vez el presidente Alberto Fernández destacó la decisión gubernamental de transformar los planes sociales en trabajo, lo cual se concretó en anuncios en diversos rubros realizados en sus ahora habituales caminatas, cuaderno en mano, por diferentes barrios del conurbano.

Y así lo hicieron desde la mayoría de los ministerios, demostrando que el mensaje «plan por trabajo» ha sido elegido como el eje de la campaña electoral que ya comenzó. Aunque cueste mucho entender como podrá llevarse adelante, más allá de una ley que -aún que fuese buena y raramente bien redactada, algo que no caracteriza al parlamento argentino- no puede hacer otra cosa que fijar reglas de juego para una cuestión que requiere pasos puntuales que hoy resultan imposibles en el país.

¿Crear trabajo en medio del creciente cepo al dólar que inhibe las inversiones, espanta empresas y acentúa la inflación y la fuga de capitales al exterior?…

¿Hacerlo cuando el 49% de la población económicamente activa de la Argentina se encuentra en la informalidad laboral?, ¿es lógico pensar que será posible crear nuevos empleos cuando no se ha podido regularizar la mitad de los existentes?…

En el país del «combatiendo al capital» siempre mal entendido se está por producir una sinrazón más que seguirá empujando nuestra economía hacia su extinción: el estado creará trabajo con reglas propias de la flexibilización más salvaje mientras le niega al capital privado el derecho a siquiera debatir una modernización de las leyes laborales.

De manera tal que ahora un tercio de la masa laboral -la que trabaja en forma registrada- y la totalidad de la fuerza privada de nuestra actividad económica deberán sostener con su esfuerzo a los tercios de trabajadores informales y con sus impuestos a los nuevos «regularizados» al solo conjuro del voluntarismo y las necesidades electorales del gobierno. Un disparate que, de no ser de imposible cumplimiento por la torpeza del planteo, bien podría asustar por su pretensión.

En el reino de la desmesura en el que vive el gobierno de Alberto Fernández, enloquecido en un espiral de disparates que lo llevan hacia su propia destrucción, la idea de gobernar emitiendo y resolver pretendiendo llega con esta ley a niveles de paroxismo. La única manera de crear trabajo genuino es con el crecimiento de la economía, de la inversión, de la estabilidad y de la moneda; cuatro cosas en crisis de extinción en el país de hoy.

Se votará la ley, aplaudirá la grada, batirá parches el gobierno y acompañaran los amanuenses de turno. Pero la única consecuencia real será más emisión, más inflación, más informalidad, más poder para gremios y líderes piqueteros, convertidos estos por la ley en verdaderos gerentes de gigantescas empresas sin sede ni reglamento pero con miles de empleados,  y menos crecimiento de la economía nacional. De desarrollo, por supuesto, ni hablemos…

Aunque dejemos para el final lo que seguramente es la cuestión más profunda de toda esta puesta en escena electoral: los argentinos sin trabajo, esos que son arriados como animales para engrosar columnas de protesta y deben dejar en manos de sus «líderes» parte de la exigua ayuda estatal que reciben en forma de plan, realmente quieren cambiar ese tipo de asistencia por trabajo genuino. Y no va a caer en la trampa; cuando vea de que se trata seguirán tan enojados con el gobierno como lo están hoy.

¿Cuánto falta para que se vote una ley que nos ordene a todos ser felices?…por ahí se consigue.