El kirchnerismo ya se acostumbra a festejar derrotas

(Escribe Adrián Freijo) – No se puede vivir con una calculadora en la mano. Cuando se abandona la política y sólo importa ganar, es posible que las más duras derrotas se festejen como un triunfo

Las sonrisas forzadas, las explicaciones absurdas que pretenden que 1 es más que 2, la expresión de Scioli -el hombre que ha convertido las mil caras en una sola-, el silencio de Cristina, los absurdos de Anibal Fernández, esas presencias «obligatorias» que generalmente encarnan en dirigentes sindicales e intendentes y sobre todo la sensación de que quienes ocupan el escenario no dejan de ser aves de paso en una expresión política que vivió del unicato y está muriendo con y por él, se han convertido en la expresión más cabal de un oficialismo que comienza a pagar en forma definitiva el no haber podido o querido entender el mensaje ciudadano de aquella jornada triunfal del 54%.

Por entonces Cristina se vistió de cordero para ganar la elección, y apenas lo logró sacó a relucir la peor de sus caras, la autoritaria, la excluyente, la que la mitad de los argentinos creía que había quedado enterrada tras la derrota del 2009.

Demostró, con creciente placer, que había logrado engañar a la sociedad y que ahora había llegado el momento de «ir por todo», como se atrevió a confesar esa noche.

¿Desde entonces?...derrotas, sólo derrotas. Peleas internas, divisiones, falta de figuras creíbles para mostrar ante la muerte del intento reeleccionista que sepultó en esa fatídica jornada.

La Cámpora, una tenue expresión del conchabo-politiquerismo, se adueñó de todo a cambio de nada. Y desde ese momento todo fue fruslería, miradas altaneras y resultados desastrosos.

De discutir la herencia de Perón se pasó a pergeñar el futuro de Máximo. Ninguna imagen puede ser más representativa de la decadencia.

En su desorientación -no se imaginaba derrotada- Cristina intentó recrear aquella alianza que su marido había sellado con el viejo peronismo y que ella había demolido. Pero era tarde, los ajados aliados territoriales no perdonaron el desprecio y aunque sigan poniendo la cara para la foto hoy están pensando en tender puentes con Mauricio Macri para buscar algún rayo de sol que caliente en la playa que parece acercar sus costas.

El peronismo no sabe convivir con la derrota y el kirchnerismo –como el herminismo, el cafierismo, el menemismo y el duhaldismo en su momento– parece hoy no poder ofrecer otra cosa.

Aunque mañana mismo la Presidente haga como que nada ha pasado, Aníbal insista con sus interpretaciones tragicómicas y Scioli siga cambiando la balsa por la poderosa Nueva Argentina de antaño.

Porque la gente, que es la que decide con su voto, ha demostrado que del viejo peronismo que abarcó la Argentina durante setenta años tan sólo queda aquello de «la única verdad es la realidad».

Y este proceso electoral parece indicar hacia donde se enfoca.